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Martina Chapanay, cuchillera y corajuda

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Martina Chapanay, llamada por la historia como “la gaucho hembra”, esta leyenda del desierto, fue un espíritu libre con sus valores y defectos, cuchillera y corajuda, vengadora de la muerte del chacho Peñaloza, federal hasta la medula, y esta es su historia.
Nadie sabe bien cuando nació allá por el 1811, hija de un cacique huarpe –o de un indio toba que escapó de su patrón y se refugió en las Lagunas de Guanacache, según el contrapunto– y de Teodora González,era una hermosa mujer blanca a la que el indio salvó luego de encontrarla desfalleciente en el desierto y terminó casándose con ella, esta “cautiva” blanca que murió cuando Martina tenía tres o cuatro años, fue entonces que Martina vivió un tiempo en la casa de una mujer en Ullum, a quien serviría a cambio de educación, donde la dejó su padre para que la criara y educara. Siendo adolescente la joven Martina escapó detrás de Cruz Cuero, un gaucho matrero con quien tenía un romance. Fue entonces cuando aprendió a vistear, siendo hábil con el facón y poncho, a montar, a enlazar y a boliar, las boleadoras las manejaba desde arroje hasta la pelea a piso, envidia de todo criollo era, y la leyenda cuenta que fue allí fue chasqui de nada más y nada menos, José de San Martin.

Terminadas sus tareas se fue de San Juan con un enviado de Facundo Quiroga que reclutó alguna gente en la provincia para enviarla al Norte y se transformó rápidamente en una guerrillera de caballería de óptima formación. Combatió en Ciudadela, Tucumán, en 1831, a las órdenes de Quiroga.
Después de la muerte de Facundo Quiroga en de Barranca Yaco, se unió a la resistencia de Pie de Palo y tomó los caminos, y al tiempo transformándose en jefa de una banda de salteadores.
Martina colaboró con Benavidez y Aldao, peleando en la batalla de Angaco y en el combate de La Chacarilla, contra las fuerzas unitarias del general Mariano Acha, en 1841. En 1850, aproximadamente, se dedicaba a trabajos de baqueana, y rastreadora, buscaba animales perdidos.
Y esta aventura la inmortalizo, cuando vengó la muerte del Chacho Peñaloza, es que Martina buco y encontró a Irrazábal, el asesino del Chacho, y lo retó a duelo. Cuando la mujer de los llanos sacó su facón gritando que lo iba a matar de frente y no a lo cobarde como él había matado a Peñaloza, Irrazábal empezó a temblar desde la mandíbula hasta las uñas de los pies. Fue un médico, o uno que de médico hacía, quien decidió suspender el duelo mientras el cuerpo del asesino flotaba en espasmos sobre las baldosas de barro.

Escena de la pelicula Martina Chapanay
De su final se dice que murió con más de 80 años, que la mató un puma, o que la picó una serpiente. Una laja blanca sin nombre fue su tumba en Mogna, tierra sanjuanina, corría el año de 1887, y el coraje echo mujer no estaba más…


La Martina Chapanay

No hay más macho que la gata
Martina Chapanay

Lagunera fue, si señor
hija del cacique Juan Chapanay y
de la Teodora, la
que el huarpe añora en
el alma nuestra debe perdurar.

Lagunera fue, si señor
heroína fuerte cual ñandubay
la que el huarpe añora
en el alma nuestra debe perdurar.

Fue Martina Chapanay
la nobleza del lugar
cuyanita buena de cara morena
valiente y serena
no te han de olvidar.
                             Hilario Cuadros



Ilustraciones del Siglo XIX, Alcide D'Orbigny viaje a la America

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Patagones y Aucas en Carmen de Patagones (1829)

Alcide Charles Victor Marie Dessalines d'Orbigny (1802 - 1857), fue un naturalista, malacólogo, paleontólogo y explorador francés.

Alcide Charles Victor Marie Dessalines d'Orbigny 
 Visitó Sudamérica enviado por el Museo de Historia Natural de París en viaje de exploración científica; tras dicho viaje, D'Orbigny escribió una obra monumental, que constituye un relato histórico referido a Uruguay, Brasil, Paraguay, Argentina, Chile, Perú y Bolivia.
Llegó a Montevideo hacia fines de 1826, con 24 años de edad, para explorar la Banda Oriental. Desembarcó en Buenos Aires en enero de 1827. Remontó el río Paraná hasta Corrientes, alojándose en Rincón de Luna, Itatí, Goya, y el Iberá. Visitó Chaco, donde observó la nación Toba, y regresó a Buenos Aires.
En 1834, D'Orbigny volvió a Francia y escribió su monumental obra en nueve volúmenes Voyage dans l'Amerique Méridionale ("Viaje a la América Meridional"), una obra que sólo es comparable con los voluminosos escritos de Humboldt acerca de la América equinoccial. aca una seleccion de las imagenes de D'Orbigny, donde retrata la vida en estas pampas en mediados del S. XIX, sus vestimentas, los detalles, donde se vislumbran costumbre, aca las imagenes.
Y este es el link del libro.


Patagones en las riveras del rio negro- Patagonia

Vista del rio Parana en la Provincia de Corrientes Argentina.

Patagones-Argentina

Combate de los indios Yuracares-Bolivia.

La recoba Buenos Aires.














Boleandos ñandues




araucanos y tolderias

Huaso chilenos y un condor




La Madre de la Patria

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María Remedios del Valle. “Una negra esclava que, con mucho coraje, fue a pelear a las órdenes de Belgrano. Sobrevivió y en 1827 fue nombrada como la Madre de la Patria. Pero en 1880 Argentina quiso tener una historia blanca y la borró”. a “madre de la patria” era una negra, una “parda” como se decía entonces de acuerdo con la clasificación de castas para diferenciar a los negros de los mulatos, que se designaban como “morenos”.



La república modelo de Sudamérica, que tenía el nombre de la rutilante plata de Potosí, el metal blanco, no podía tener una madre negra. Había que esconderla y la escondieron sin remordimientos filiales.



Remedios era una argentina de origen africano, descendiente de esclavizados. Fue auxiliar en las invasiones inglesas y acompañó después de la revolución de 1810 como auxiliar y combatiente al ejército del Norte en toda la guerra de Independencia. Se ganó a fuerza de coraje y arrojo en la batalla, y de entrañable cariño por los enfermos, heridos y mutilados en combate, el título de “capitana” y de “madre de la patria” como empezaron a llamarla los soldados caídos y luego repitieron los generales.




Durante la segunda invasión inglesa al Río de la Plata, auxilió al Tercio de Andaluces, cuerpo de milicianos que defendieron la ciudad.



El 6 de julio de 1810 Remedios se incorporó a la marcha de la sexta compañía de artillería volante del regimiento de artillería al mando del capitán Bernardo Joaquín de Anzoátegui, acompañando a su marido y sus dos hijos, que murieron en la guerra.



Ella siguió sirviendo en el ejército como auxiliar durante el avance al Alto Perú, en la derrota de Huaqui y en la retirada que siguió.



El día anterior a la batalla de Tucumán se presentó ante Belgrano para pedirle le permitiera atender a los heridos en combate. Belgrano había superado su fama de señorito ganada con sus prendas escogidas adquiridas en Europa y su voz aflautada, gracias a su espíritu de sacrificio y su compenetración con las necesidades de la tropa. Tenía fama de severo y no admitía por disciplina mujeres que siguieran al ejército. No le dio permiso a Remedios pero lo mismo ella apareció en la retaguardia para asistir a los soldados que desde entonces comenzaron a llamarla “Madre de la Patria”. Finalmente, a pesar de sus prevenciones disciplinarias y religiosas, Belgrano la admitió y la nombró capitana del Ejército del Norte.



Vinieron luego las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, donde Remedios, una de las “niñas de Ayohuma”, combatió con las armas en la mano. Fue herida de bala y hecha prisionera por los españoles.




Fue sometida, como escarmiento, a nueve días de azotes públicos que le dejaron cicatrices para el resto de su vida. Escapó y se incorporó a las fuerzas de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales, otra vez en la doble función de combatiente y enfermera.

Se borró entonces hasta ahora la memoria de María Remedios del Valle, nacida en Buenos Aires entre 1766 y 1767, capitana del ejército del Norte de Manuel Belgrano, participante de la resistencia en las invasiones inglesas, esposa de un muerto en guerra y madre un hijo propio y de otro adoptivo que sufrieron igual destino, al que ella misma escapó por casualidad.

Con cerca de 60 años, terminada la guerra, Remedios volvió a Buenos Aires solo para convertirse en una mendiga que trataba de sobrevivir vendiendo pasteles y recogiendo la sobra de la comida de los conventos.



Según Carlos Ibarguren vivía en un rancho en la zona de quintas en las afueras de Buenos Aires, desde donde cada día caminaba encorvada hasta los atrios de las iglesias de San Francisco, Santo Domingo y San Ignacio y la plaza de la Victoria para ofrecer pasteles y tortas fritas y también mendigar para sobrevivir.



Su historia personal era increíble para los que se acercaban a ella para ponerle una moneda en la mano o comprarle tortas fritas. Aquella “capitana”, como se llamaba a sí misma, que mostraba cicatrices de latigazos y seis balazos en el cuerpo era para ellos sin duda una loca, y así la trataban. Pero ella decía que eran recuerdos de las épocas en que “en verdad se peleaba por la patria”.



Se rebeló contra lo que parecía un destino cantado y en 1826 inició una gestión solicitando una pensión en compensación de sus servicios a la patria y por la pérdida de su esposo y sus hijos.



El expediente dirigido a las autoridades, escrito por un letrado, dice: “Doña María Remedios del Valle, capitana del Ejército, a V. S. debidamente expone: Que desde el primer grito de la Revolución tiene el honor de haber sostenido la justa causa de la Independencia, de una de aquellas maneras que suelen servir de admiración a la Historia de los Pueblos. Sí Señor Inspector, aunque aparezca envanecida presuntuosamente la que representa, ella no exagera a la Patria sus servicios, sino a que se refiere con su acostumbrado natural carácter lo que ha padecido por contribuir al logro de la independencia de su patrio suelo que felizmente disfruta. Si los primeros opresores del suelo americano aún miran con un terror respetuoso los nombres de Caupolicán y Galvarino, los disputadores de nuestros derechos por someternos al estrecho círculo de esclavitud en que nos sumergieron sus padres, quizá recordarán el nombre de la Capitana patriota María de los Remedios para admirar su firmeza de alma, su amor patrio y su obstinación en la salvación y libertad americana; aquellos al hacerlo aún se irritarán de mi constancia y me aplicarían nuevos suplicios, pero no inventarían el del olvido para hacerme expirar de hambre como lo ha hecho conmigo el Pueblo por quien tanto he padecido. Y ¿con quién lo hace?; con quien por alimentar a los jefes, oficiales y tropa que se hallaban prisioneros por los realistas, por conservarlos, aliviarlos y aún proporcionarles la fuga a muchos, fue sentenciada por los caudillos enemigos Pezuela, Ramírez y Tacón, a ser azotada públicamente por nueve días; con quien, por conducir correspondencia e influir a tomar las armas contra los opresores americanos, y batídose con ellos, ha estado siete veces en capilla; con quien por su arrojo, denuedo y resolución con las armas en la mano, y sin ellas, ha recibido seis heridas de bala, todas graves; con quien ha perdido en campaña, disputando la salvación de su Patria, su hijo propio, otro adoptivo y su esposo; con quien mientras fue útil logró verse enrolada en el Estado Mayor del Ejército Auxiliar del Perú como capitana, con sueldo, según se daba a los demás asistentes y demás consideraciones debida a su empleo. Ya no es útil y ha quedado abandonada sin subsistencia, sin salud, sin amparo y mendigando. La que representa ha hecho toda la campaña del Alto Perú; ella tiene un derecho a la gratitud argentina, y es ahora que lo reclama por su infelicidad”.





Pero el ministro de Guerra, general Francisco Fernández de la Cruz, rechazó el pedido recomendando dirigirse a la legislatura provincial ya que no estaba «en las facultades del Gobierno el conceder gracia alguna que importe erogación al erario.



En agosto de 1827, mientras Remedios mendigaba en la plaza de la Recova, el general Juan José Viamonte la vio y tuvo una sospecha: le preguntó el nombre y exclamó: “¡Usted es la Capitana, la que nos acompañó al Alto Perú, es una heroína!».



Viamonte, que era entonces diputado, presentó un proyecto para otorgarle una pensión que reconociera los servicios prestados a la patria. Comenzó un largo expedienteo que puso en claro aquello de que “son campanas de palo las razones de los pobres” y entonces como ahora se gasta todo en nada que importe y nada en todo lo que importa.



La petición fue rechazada, pero cuando en junio de 1828, Viamonte fue elegido vicepresidente primero de la legislatura decidió insistir. Le reclamaron documentos que avalaran el pedido, y contestó: “Yo no hubiera tomado la palabra porque me cuesta mucho trabajo hablar, si no hubiese visto que se echan de menos documentos y datos. Yo conocí a esta mujer en el Alto Perú y la reconozco ahora aquí, cuando vive pidiendo limosna. Esta mujer es realmente una benemérita. Ella ha seguido al Ejército de la Patria desde el año 1810. Es conocida desde el primer general hasta el último oficial en todo el Ejército. Es bien digna de ser atendida: presenta su cuerpo lleno de heridas de balas y lleno, además, de cicatrices de azotes recibidos de los españoles. No se la debe dejar pedir limosna. Después de haber dicho esto, creo que no habrá necesidad de más documentos”. “Yo conozco a esta infeliz mujer que está en un estado de mendiguez y esto es una vergüenza para nosotros. Ella es una heroína, y si no fuera por su condición, se habría hecho célebre en todo el mundo. Sirvió a la Nación pero también a la provincia de Buenos Aires, empuñando el fusil y atendiendo y asistiendo a los soldados enfermos”.



Tampoco entonces Viamonte tuvo suerte, y menos Remedios. Antes de tocar un centavo de los fondos públicos (para este fin, se entiende) los diputados sabían trabar burocráticamente todas las posibilidades. Encontraron que aunque fueran ciertos los méritos de Remedios, “la Junta representaba a la provincia de Buenos Aires, no a la Nación, por lo que no correspondía acceder a lo solicitado”



Hubo otros diputados que defendieron la causa de Remedios, como Tomás de Anchorena: “Esta es una mujer singular. Yo me hallaba de secretario del general Belgrano cuando esta mujer estaba en el ejército, y no había acción en la que ella pudiera tomar parte que no la tomase, y en unos términos que podía ponerse en competencia con el soldado más valiente; era la admiración del general, de los oficiales y de todos cuantos acompañaban al ejército. Ella en medio de ese valor tenía una virtud a toda prueba y presentaré un hecho que la manifiesta: el general Belgrano, creo que ha sido el general más riguroso, no permitió que siguiese ninguna mujer al ejército; y esta María Remedios del Valle era la única que tenía facultad para seguirlo. Ella era el paño de lágrimas, sin el menor interés de jefes y oficiales. Yo los he oído a todos a voz pública hacer elogios de esta mujer por esa oficiosidad y caridad con que cuidaba a los hombres en la desgracia y miseria en que quedaban después de una acción de guerra: sin piernas unos, y otros sin brazos, sin tener auxilios ni recursos para remediar sus dolencias. De esta clase era esta mujer. Si no me engaño el general Belgrano le dio el título de capitán del ejército. No tengo presente si fue en el Tucumán o en Salta, que después de esa sangrienta acción en que entre muertos y heridos quedaron 700 hombres sobre el campo, oí al mismo Belgrano ponderar la oficiosidad y el esmero de esta mujer en asistir a todos los heridos que ella podía socorrer.




Una mujer tan singular como ésta entre nosotros debe ser el objeto de la admiración de cada ciudadano, y adonde quiera que vaya debía ser recibida en brazos y auxiliada con preferencia a una general; porque véase cuánto se realza el mérito de esta mujer en su misma clase respecto a otra superior, porque precisamente esta misma calidad es la que más la recomienda.”



Finalmente le acordaron una pensión de 30 pesos por mes, más o menos lo que ganaba una costurera, mientras el sueldo del gobernador era de 660 pesos. Pero hay versiones que ponen en duda de que la haya cobrado alguna vez y por eso debió seguir mendigando.



Remedios terminó su vida con el apellido Rosas, en agradecimiento a Don Juan Manuel, que años después le fijó la pensión en 216 pesos.



Una noticia del 8 de noviembre de 1847, indicaba que “el mayor de caballería Doña Remedios Rosas falleció”. Le reconocían en cargo de Sargento Mayor que le acordó Rosas, tras el de “capitana” que se ganó en el campo de batalla.



Por aquellos tiempos era insólito que las mujeres pelearan en la guerra. Apenas si las pudientes donaban armas para el ejército. La Gazeta de Buenos Aires consigna algunas donaciones, como las de las “nobles y bellas” María Petrona Sánchez de Thompson (Mariquita Sánchez) o Carmen Quintanilla de Alvear, que pedían que sus nombres aparecieran grabados en los fusiles.

 
María Remedios del Valle
Medalla Conmemorativa
Diámetro: 30mm
Metal: Cuproniquel
Anverso: María Remedios del Valle, Madre de la Patria, peleo en el norte argentinos junto a Belgrano en 1810
Reverso: logo de la Casa de la Moneda
Año: 2013

De pelear, nada. La misma Gazeta explica a sus lectores que ellas “no pueden desempeñar las funciones duras y ásperas de la guerra. No pueden desplegar su patriotismo con el esplendor que los héroes en el campo de batalla”.

Me gustaría agregar que hay que recordarla como guerrera y no como termino, la esencia es la misma, peleo hasta el último día, una gloria que lo haya hecho por mi patria!!!


Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article13128


Vagos y Malentretenidos.

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 Siglo XIX, vago y malentrenido, era un término común para designar al gaucho, este hombre de tierra que cuando el gobernante lo necesito, lo uso, leyes se hicieron para obligarlo, y es asi, como es esta historia, en la cual hubo mucho sufrimiento, desarraigo y en un criollo…coraje, afrontar el destino designado por otros, luchas con ello y por ello, esta es la historia...


Vientos de independencia,, Luis de Oliden, gobernador de Buenos Aires, fue quien un 30 de agosto de 1815 decreto en un Bando:
“Artículo 1° Todo individuo de la campaña que no tenga propiedad legítima de qué subsistir, y que haga constar ante el juez territorial de su partido, será reputado de la clase de sirviente…
Artículo 2°  Todo sirviente de la clase que fuere, deberá tener una papeleta de su patrón, visado por el juez del partido, sin cuya precisa calidad será inválida.
Artículo 3° las papeletas de estos peones deben renovarse cada tres meses, teniendo cuidado los vecinos propietarios que sostienen esta clase de hombres de remitirlas hechas al juez del partido para que ponga su visto bueno.
Artículo 4° Todo individuo de la clase de peón que no conserve este documento será reputado por vago.
Artículo 5° Todo individuo, aunque tenga la papeleta, que transite la campaña sin licencia del juez territorial, o refrendada por él, siendo de otra parte, será reputado por vago.
Artículo 6° Los vagos serán remitidos a esta capital, y se destinarán al servicio de las armas por cinco años…”

Este era un sistema despótico donde se consiguió un ejército de fortineros, y mano de obra para las guerras, donde el desierto era extenso, y el gaucho su habitante, aun no existía el alambrado, ser libre, tener mi flete, cazar, alguna vez me contaron que muchos gauchos cuando agarraban una res en la campiña, le cortaban la cabeza y se cocinaba solo su interior, sesos, lengua y se comía a modo de olla.
En esos años el gaucho era libre, libre? Tenían que poseer la papeleta, esos eran documento que registraban que el poseedor estaba conchabado en dependencia en algún trabajo, de no poseerla, se lo consideraba vago y malentretenido, y asi pasaba a formar parte de nuestras filas militares, recibían paga? Vaya uno a saber, nos lo imaginamos, prestaban servicio y a veces quedaban enganchados más años que los acordados, y no era sencillo pensar que asaba con su familia su china y sus gurises, a la suerte de tatita diríamos, algunos se cambiaban de lado y se iban a los toldos de pampa, donde se podría decir que contaban con una libertad de que allí no llegaba la “justicia”, maloneaban junto a sus nuevos hermanos, esta historia les suena?, por qué José Hernández relato en su poema gauchesco, una realidad que llevaba décadas como sistema de leva.
Muchas cosas le fueron prohibidas, cuando se prohíbe el divertimento, que le queda al pobre gaucho???
En esta imagen de 1815 podemos ver los gauchos
 visteando, bebiendo, y jugando, actividades
 normales y "prohibidas", de Emeric Essex Vidal

En 1790 el juego del Pato, nuestro hoy deporte nacional, fue prohibido por el Virrrey Arredondo con seis meses de presidio mas la pena pecunaria.
En 1858 se prohíbe “las reuniones festivas, y bailes sin permiso, bautismos, fuegos artificiales, corridas de avestruces, el pato, bebidas alcoholicas, proferir palabras obscenas, juegos de cartas taba o bochas en las pulperías”, obviamente que con estas prohibiciones Urquiza engroso sus filas militares. Hasta existió una prohibición  que “los jóvenes jueguen a la bolita, a la cañita u otra ocupación perjudicial”
Y mitre en 1859, como ministro de guerra decreta “destinar al servicio de armas en un término de dos años y que no exceda los cuatro años, a quien en los días de trabajo se hallen en la pulpería o en casa de juego, a los que usen cuchillo o arma blanca dentro de los pueblos” ya Don Juan Manuel Rosas lo había recomendado en sus Instrucciones para el Mayordomo de Estancia, donde prohibía de portar cuchillo días domingos y festivos, esto debido a evitar las trifulcas y duelos de la peonada.
Creo que en el Martin Fierro claramente se lee:
Ӄl nada gana en la paz
 y es el primero en la guerra;
 no le perdonan si yerra
que no saben perdonar,
 porque el gaucho en esta tierra
solo sirve pa votar”
y con eso hasta el próximo Post!!!

Fuentes:
Facundo Gomez Romero, “Vagos, Desertores y Malentretenidos” Ed. Vergara, Buenos Aires, 2012.
Jose Hernandez, “El Gaucho Martin Fierro” ; “La Vuelta de Martin Fierro”, Ed.Nuevo Siglo, Buenos Aires, 1994.




Historia de la Bayoneta

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 Todos los gustosos de las armas de guerra saben que es la bayoneta, y su origen se remonta al siglo XVII, en la Ciudad de Bayona, (Bayonne en francés), en el Sur de Francia, principal reducto dedicado entre muchas de las actividades de su población, a la fabricación artesanal de cuchillos y otros tipos de armas blancas, y la historia , suele cambiar de personajes pero siempre se repite el hecho de colocar cuchillos o pues en el caño de los mosquetes, recordemos que las armas de avancarga suelen tardar en cargar, a modo de lanza.



 Las primeras eran llamadas Bayonetas de Taco ó Tapón(Plug Bayonets) con forma de lanceolada cuya empuñadura era símil "tapón", introduciéndoselo en la boca del mosquete  una vez disparado, sirviendo tanto para cargar contra la Caballería asi como también contra la Infantería en general.
Tuvieron no solo uso militar, sino también deportivo, se utilizaba para la caza, rematando a la presa con la bayoneta una vez efectuado el disparo.
Más adelante evolucionaron en Bayonetas de Cubo(Socket-Bayonets en inglés) estas consistían en un cilindro de acero, del cual partía una extensión curvada con una hoja triangular, de gran longitud (alrededor de 40 cm ó más), con forma estilizada y punzante, ideada para clavar e introducirla en el cuerpo del enemigo y salir rápidamente, o realizar lanzadas laterales, similar a la esgrima de lanza, hubo varios modelos con las hojas con forma plana, de tres y cuatro filos, y tipo sables o espadas pero con cubo (éstas últimas se construyeron en forma mínima y eran/son conocidas bajo el nombre de "combinadas"), acotación aparte, estas permitían dispara con la bayoneta colocada, pero de difícil carga con la bayoneta puesta, recordemos que eran armas de avancarga y se cargaban por el cañón.
En esto se encontraban con un problema, el cual, de forma extraña, a mi cuando serví en el ejército argentino me sucedió lo mismo, en mi equipo tenia provista la Bayoneta FAL Modelo 1963 Tubular, la cual no corta, y solo sirve para clavar, y tenía entonces que llevar siempre mi cuchillo; y es así que a mediados del Siglo XVIII, con la misma problemática nace el Sable-Bayoneta dando origen a un arma versátil, con la cual tanto se usa calada en el fusil como sola esgrimir como sable, en este caso ambos modelos convivieron, siendo usadas las bayonetas de cubo en las invasiones inglesas.

En tierras criollas la bayoneta Máuser fue protagonista de muchas gestas, y así como otras bayonetas fueron la matriz de gran cantidad de facones.
Continuando la cronología, a finales de la WW I hace la aparición de los Cuchillo-Bayonetas, recordemos que en esta guerra de trincheras, el fusil con bayoneta fue una de sus protagonistas.
Y para marcar, en mi parecer, la última bayoneta a señalar, diría la Bayoneta plegadiza usado en el famoso AK-47, y en Argentina utilizada en Carabina Beretta Modelo 1918/30, utilizadas por la entonces Policía de la Capital, hoy Policía Federal y por la Policía de la Provincia de Buenos Aires, hoy Policía Bonaerense.

 
Museo de Armas de la nacion seccion bayoneta


Descripción de los Modelos emblemáticos de las bayonetas usadas por las fuerzas argentinas

Bayoneta de Cubo Rémington Modelo 1866
Esta tenía una hoja triangular y plana,de un largo total de 525 Mm, manufacturada en los Estados Unidos  y se utilizó con el fusil Rémington rolling block
Bayonetas Yataghan 1866
Con la forma característica del Yatagán
, y manufacturadas en Solingen, de un largo total de 695 Mm, se utilizó con rifles Rémington rolling block Modelo Argentino 1879 y el Chaessepot 1866
Bayoneta Rémington Modelo Argentino 1879
Ya comenzamos con esta forma característica que acompañara durante mucho tiempo los fusiles argentinosde un largo total de 595 Mm, fabricadas en Alemania para Argentina por W. R. Kirschbaum, en Solingen. Y usada para el Remington Patria.
Bayoneta Máuser Modelo Argentino 1891
Ya estamos en la clásica Bayoneta argentina, con su vaceo y excelente metal, de un largo total de 520 Mm. las hubo de diferentes modelos entre ellos cachas de madera, aluminio, bronce. Fabricadas en Alemania por Weyersberg, Kirschbaum & Co. Y aptas para el Mauser.
Bayoneta Carabina Máuser Modelo Argentino 1935
Esta era más corta, solo 386 Mm de largo, con la cruz sin el anillo, ni gavilán, de procedencia Alemana, y se utilizó en la Carabina Máuser por la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Bayoneta F.N. Modelo 1949
Tipo daga (doble filo), con un largo de 361 Mm, manufacturadas en Bélgica, provistas para el fusil FN Modelo 49 que fueron adquiridos en los años 1954/55 en una cantidad aproximada a las 4500 unidades.
Bayoneta M1 Modelo 1943 Garand
Clásica bayoneta norteamericana para el fusil M1 Garand, una de las que estuvo presente en la WWII
Cuchillo Bayoneta FAL Tipo A Argentino
Fabricado por FM (Fabricaciones Militares), emula a la original belga, de un largo total de 310Mm, y usada en el FAL, a partir de su uso en 1955 aprox.
Bayoneta FAL Modelo 1963 Tubular
Fabricado por FM, empuñadura conformada por el cubo siendo una sola pieza junto con la hoja. Posee cuatro ranuras de escape de gases al montar sobre el apaga llamas del fusil, con un largo total de 290 Mm, para el FAL Para.


Esgrima de Bayoneta


Desde su concepción, nació una esgrima de dicha arma, calada con fusil, asi como sable bayoneta, sus cargas eran letales, en mi caso, tuve la oportunidad de entrenar en la fuerza el uso de esgrima de bayoneta, un sistema simple y efectivo, de ella dijo el General Raimondo Montecuccoli, uno de los más grandes estrategas de la historia, sus tratados estudiados actualmente, participo en la guerra de los 30 años, en la gran guerra turca, y otras “La Bayoneta es la reina de las armas blancas”.


Fuente:
De Victor Hugo Carrizo
de Juan Atencio


Esgrima Criolla, armas gauchas y otras yerbas... y se va la segunda!!!

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En el marco del 2ª Encuentro de Esgrima Criolla que se realizara este 25 de Mayo del 2018, en el Fortín Tradición Argentina "Teofilo Olmos", se presentara, aparte de muchas actividades van desde exhibiciones de visteo, hasta muestra de armas criollas originales y de colección, la segunda edición del libro "Esgrima Criolla, armas gauchas y otras yerbas..." ahora ampliada, y con una colección de fotografías de duelos reales.


Escrito por Jorge Prina, o sea yo, agradeciendo a todos los que hacemos esta disciplina, alumnos y maestros, siendo en fin, un merito de todos,  este arte folklorico, que es el pelear a facon y poncho, ya hace mas de 15 años que me dedico exclusivamente a la esgrima criolla, y es parte del trabajo documentado y plasmado aquí presente el publicado, contribuyendo a preservar la esgrima criolla.
En su contenido encontraremos esgrima criolla, tradición, cuchilleria, donde obviamente se escarbara en los orígenes de la esgrima criolla, sus armas, desde sus filos, hasta las armas indias y las de avancarga, mas conocidas como armas de fuego, conoceremos sus referentes, e historias en la historia, características de estas armas, así como su actualidad acaecida hasta en los penales, y todo ilustrado por el artista plástico Matias Haag, y fotografías de época, con el detalle de cada una, que retratan una época que dejo un profundo tajo en nuestra historia…

PARA ADQUIRIR  EL LIBRO, CONTACTARSE A:

JORGE.PRINA@GMAIL.COM

2do Encuentro de Esgrima Criolla, un festejo a facón y poncho!!!

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Ya un año del primer Encuentro de Esgrima Criolla, y el 25 de mayo, fecha patriótica, fue tomada como nuestra fecha para celebrar nuestro encuentro entre locro y visteos, una larga tarde desde que despunto el sol hasta que se apago,  y asi fue…

Este 25 de mayo de 2018 se celebro  el 2do encuentro de esgrima criolla, en el Fortín Tradición Argentina, en la Ciudad de la Plata, lugar emblemático para la patria, ya que en esas mismas paredes el poeta  Almafuerte gesto la creación del día de la tradición…dando comienzo con un torneo de combate con cuchillo donde destacaron participantes de esgrima criolla, defensa personal, combate medieval, y diferentes artes marciales, observándose gran despliegue de habilidad y visteo, con el justo arbitraje del director de Eskrima Kombat, el Guro Hernán Seivane.



Continuo con una serie de conferencias que dejaron mella en el saber e interés del espectador, sobre armas criollas, recreacionismo, historia de la bayoneta, defensa personal y combate medieval.
En armas criollas expuso Jorge Prina, junto a la presentación del libro “Esgrima Criolla, Armas Gauchas y Otras Yerbas…”, relatando los comienzos del duelo criollo, a la evolución del cuchillo, exponiendo ejemplares de museo, desde el alfajor a una réplica de la famosa daga de Juan Moreira, ese matrero tan mentado, hasta el uso de la chuza por los pampas, y el protagonismo del criollo en las guerras gauchas.

A continuación una excelente demostración a cargo de Eduardo Festorazzi,  del sistema de defensa de bastón Bonafont, disciplina originada a comienzos del 1900 en la Buenos Aires arrabalera y tanguera, esa época de guapos y taitas, donde el dandy se valió de su bastón de caballero.
El Sr Víctor Hugo Carrizo, experto en bayonetas, nos deleitó con una muestra teórica y técnica de la bayoneta a través de la historia, teniendo al finalizar un pequeño taller para realizar maniobras y estoquear con un máuser calado con bayoneta.
En el área del recreacionismo Ernesto Rojas y Boris Ptchelnik, miembros de ACARHI (Asociación Civil Americana de Recreacionistas Históricos) nos relataron como se vivía en el 25 de mayo de 1810, así como el uso de armas de avancarga, estas armas de pólvora negra con una demostración de tiro de las mismas.


Finalizando, muestras de defensa de arma blanca  realizada por el Sr. Pablo López, Director de APE (Autodefensa Personal Extrema), el sensei López es un referente de la Defensa personal, y lo dejo muy en claro con una efectiva demostración
El combate medieval tuvo su lugar por Juan Fortunato, Capitán del equipo de combate medieval Ghoakhan, , el cual emula a guerreros mongoles, que nos dejó asombrados con su explicación técnica y descripción de las armaduras, así como la historia de este apasionante disciplina.
No faltaron danzas folkloricas, así como las característica merienda criolla, entre invitados ilustres, se encontraba Ezequiel Toti presidente de la delegación del Rinnovamento Nella Tradizione-Croce Reale, y Estrellita Olmos, Baluarte del Folklore Platense, en síntesis fue un 25 de mayo donde se respiró y vivió patria a sangre, fuego y filos!!!!



Un cacique Argentino por el mundo

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El pampa Ferreira era de familia noble, hijo del Cacique Pichi Huinca, aquel bravo que peleo junto a Don Juan Manuel y posteriormente, cuido la frontera de los malones, al servicio del blanco combatió codo a codo junto a el legendario Conrado Villegas y Julio Roca.
Buenos, su madre fue la cautiva Juana Díaz, fue así que el pampa Ferreira fue bautizado como Pedro, nació aproximadamente en 1885, en el llamado País de las Manzanas, la entonces Patagonia Argentina. De pequeño sufrió el desarraigo para ser sirviente en la Buenos Aires de fin de siglo, y se llenó de ideas de libertad y resentimiento.
No tenía 15 años que se embarca de polizón en un barco rumbo a Sudafrica, allí se vivía tiempos de guerra, este conflictos armado que tuvo lugar en Sudáfrica entre el Imperio británico y los colonos de origen holandés ,llamados afrikáneres, o bóers de qué lado se enrolo, obviamente del más débil, el holandés, participando en esta guerra.
 
Cerca del Fortín Puan: cacique Pichi Huinca (izq.); obispo Dr. Mariano Espinoza; padre Santiago Costamagna; Cnl. Teodoro García; Grl. Julio A. Roca
En medio de una escaramuza recibe un disparo en la pierna, está herida llevara a la amputación del miembro, y es recluido en un campo de concentración.

Soldados Boer
Más allá de su invalidez, no espero al fin de la guerra, y escapo recorriendo el continente negro, llegando a la costa del mediterráneo, cruzando el mar llega a Sicilia donde es matón para la mafia, este cacique, sí que era argentino!, gano fama de su habilidad con el cuchillo, esa esgrima criolla le abrió puertas y le encargan acabar con un mafioso peligroso en Dinamarca, Pedro era un indio duro! Terminado el trabajo, la nostalgia recayo, y después de una estadia de trabajo en los bajos fondos de Bruselas, se embarca desde Belgica para su regreso a las tierras del Plata, pagando su pasaje como cocinero de a bordo, se fue casi niño y volvió un hombre, indio, con experiencia y tullido, con un mundo caminado, lo priemro que hizo al volver fue lo que hizo siempre, formo su band de matreros y anduvo delinquiendo por el Litoral, paso el tiempo, y como quien se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen, asi regreso con su madre, que en el sur, en Rio Colorado, Doña Juana Díaz, operaba de curandera, fue así como Pedro comienza a trabajar como cocinero en la Colonia frutiorticola de Don Lorenzo Julia.
Ya viejo, en sus últimos años se lo conoce como un machi, predice el tiempo, las cosas buenas y malas, quedando en la memoria de quienes lo conocieron.


En Sicilia gano su fama a cuchillo, un esgrimista criollo!




Analizando y pensando, se le nota que este cacique es argentino, llega conociendo solo su lengua y el español, y termina hablando italiano y holandés, siempre cae bien parado; peleando codo a codo en Sudáfrica, esa tierra cosmopolita, afrikanders, Boers, zulues, ingleses donde  también estuvieron alistados Winston Churchill como oficial imperial y Mahatma Gandhi como camillero, se habran cruzado? … y obsérvese este detalle, mientras el era un mantón de la mafia en cabartes de Sicilia, a solo 2000 km, en París funcionaba el Zoo Humano, con sus hermanos Onas, expuestos miserablemente…
Simplemente una vida de aventuras, un gran cacique.

Quien Fue Juana Azurduy?

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Juana Azurduy conocida como “La Guerrillera de la Patria Grande”, o como “La Flor del Alto Peru”, Bueno, fue simplemente una mujer que lucho por lo que amaba, perdio todo y sigui luchando, simplemente eso, eso que muy pocos tienen coraje, pratriotismo y valor, esta es su historia.

Nació un día como hoy hace 238 años Juana Azurduy Bermúdez, en Toroca, Alto Peru, criada en un convento, hija de un terrateniente y una cholita, siendo huérfana de pequeña, contrajo matrimonio con Manuel Ascencio Padilla, y el 25 de mayo de 1809 se suman a la revolución de Chuquisaca, levantamiento que destituye al presidente de la Real Audiencia de Charcas, a posterior este levantamiento es sofocado, pero ya el 25 de mayo de 1810, en la revolución de mayo, Juana y su marido se unen al ejercito auxiliar en el Alto Perú. En 1810, se incorporó al ejército libertador del argentino Manuel Belgrano, quien llegó a entregarle su propia espada en reconocimiento a su labor y la convirtió en la primera mujer en integrar el Ejército Argentino , llegando a reclutar más de 10.000 milicianos, se dice que el 3 de marzo de 1816, Juana Azurduy de Padilla, al frente de 200 mujeres indias, mestizas y criollas, apodadas “Las amazonas”, a caballo, derrota a las tropas españolas de los realistas, libera a su esposo el general Manuel Ascensio Padilla que estaba prisionero desde 1814 y es nombrada teniente coronel, siendo así la primera mujer con rango militar en el mundo. Ya en 1816 Juana es herida en la batalla de La Laguna, y su marido muere al rescatarla, años más tarde Juana se unió a las filas del caudillo salteño Miguel de Güemes, con quien combatió hasta la muerte del Salteño en 1821.



En 1825 el libertador Simón Bolívar, visitó a Azurduy y tras ver la condición miserable en que vivía, la ascendió al grado de coronel y le otorgó una pensión.
En batalla Juana perdió a su marido y a dos de sus hijos, se entregó a la revolución, combatió en el territorio donde batallo Belgrano, Guemes y San Martin, a mi entender, se ganó un lugar en nuestra historia nacional.
Juana falleció, vaya destino, un 25 de mayo de 1862, pobre y enterrada en una fosa común.

El Sable Gallito, un clásico...

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Este sable conocido como “Gallo” o como “Gallito”, sin más fue el sable de policía, verdadera historia argentina, fue usado mayoritariamente por los sargentos de las distintas policías, específicamente de La Capital y de la provincia de Buenos Aires, aunque su uso se extendió a otras policías provinciales y de territorios nacionales entre los años 1880 a 1910, y siguiendo nuestra tradición cuchillera, sable muchas veces devenido a facón, y esta es su historia.



Empecemos apuntando el gran elefante que toma mate con nosotros pero no le damos mucha bolilla: NO ES UN SABLE. Se cree que esta denominación se naturalizó debido al vaceo que presenta la hoja, similar al de un sable y el guardamano. Sin embargo, no es curvo - característica distintiva de un sable -. Cuenta con un mango de bronce con el característico gallo en el pomo y guardamano de estribo o D. El ejemplo de la foto, ha sido adaptado a facón por algún gaucho que lo tuvo antes, muestra histórica de la práctica de reciclar espadas y partes para hacer cuchillos.

Gallito devenido a Facon - propiedad de A. Arjona
Antes de hablar del peso, de los detalles, de los cuños y demás, creo que hay un tema más interesante, ya que el resto se encuentra con mayor o menor facilidad en internet, sabemos que es producido en Solingen, por “W. R. KIRSCHBAUM”, ya simplemente con eso sabemos lo bueno que es.

Pero… me refiero a si no es un sable, ¿qué es? Y la pregunta fundamental de: ¿Por qué es como es y no es de otra manera?

La morfología del gallo es la de una espada, claramente, pero eso sería como decir que una pistola es un arma de fuego. Es, pues, un spadroon o "espada inglesa" (denominada así por los franceses que la adoptaron de ellos).

¿Qué es un spadroon? O, mejor dicho, ¿qué características tiene y por qué nació? ¿Por qué se adoptó? ¿Por qué se popularizó?

Gallito y Spadroon

¿Era una espada superior? ¿Era la mejor espada de la época?

La respuesta es simple: contexto.

El spadroon nace en inglaterra aproximadamente en el 1700. Nace como una espada para oficiales. Esto es un detalle importante que nos va a explicar el por qué de su forma.
Su hoja es delgada y flexible, permitiendo realizar cortes y estocadas. Sin embargo, no corta tan bien como un sable y su flexibilidad hace que no apuñale tan bien como las "espadas pequeñas" (small swords - espadas usadas para duelo muy gruesas en sección pero finas). Es una solución de compromiso entre las dos armas más populares de su tiempo, siendo un balance entre ambas pero de manera inferior en sus capacidades. ¿Por qué se popularizó entonces si no era tan buena? Contexto.

Policía en Argentina 1910 (ver detalle del porte del Gallito)

En Europa era popular el uso de espada pequeña para duelo, siendo un asunto de caballeros aprender a usarla y defenderse con ella en el campo del honor, por lo cual la mayoría de la gente pudiente sabía usarla. Cuando esa gente se enlistaba en el ejército, la marina o lo que fuere, se le daba un sable. Y debían aprender desde cero a usarlo, cosa que llevaba mucho tiempo. Pero a alguna mente brillante se le ocurrió el diseño del spadroon, que tiene un similar manejo de la punta a la espada pequeña y capacidades de corte para hacerla más versátil. Así mismo, es un diseño más pesado que la espada pequeña, por lo que da mayores facilidades a la hora de luchar contra un sable o un rifle con bayoneta. Eso sí: si eras de la caballería, te gustase o no, tu arma iba a ser un sable.

Al ser un arma muy similar, los oficiales ya sabían de antemano usarla o les era mucho más familiar que un sable, lo que hacía que no tuvieran que entrenar durante años para poder usarla con destreza y les garantizaba no tan solo mayores posibilidades de supervivencia, sino que el tiempo de instrucción fuese sustancialmente menor.

De Inglaterra a Europa, particularmente Francia. De Francia importada a la policía Argentina a través de Gallo Hen Solingen, la popular marca alemana que las fabricaba.

Por otro lado, siendo bastante honestos, tampoco está tan mal el spadroon: es más ágil que el sable y resiste mejor la guardia ante un ataque que la espada pequeña; es más pesado que la espada pequeña, da más opciones y puede mantener un duelo de uno a uno sin muchas diferencias, un caso similar es el del sable bayoneta, los hay con largos importantes y son “sable bayoneta” más allá de su morfología.


Además, recordemos que en esta época las armaduras de metal prácticamente cayeron en desuso salvo para algunos ejemplos puntuales de caballería y que la ropa ya no era tan gruesa y acolchada como en anteriores periodos, por lo que el hecho de que al ser más flexible pudiera perder fuerza de estocada tampoco era tan relevante.

Es considerado una pieza histórica y debería  ser patrimonio nacional Argentino, son de venta libre. Y una leyenda urbana dice que no se pueden sacar del país. Y... ese es nuestro viejo y peludo "sable gallo".

Articulo basado en una nota de Alejandro Arjona, y Datos de Bacotactico cuchillos y solo-bayonetas

Manuela Pedraza la heroina de la reconquista.

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Manuela Pedraza, heroína de las invasiones inglesas, mucho se cuenta de ella, y con que la mitad sea cierta, ya merece más del reconocimiento que tiene.


Nace en Tucumán como Manuela Hurtado y Pedraza, aprox. en 1870, siendo madre soltera del pequeño Juan Cruz, se traslada a la capital del Virreinato, en el segundo Cuartel, 6ª manzana, vereda al este,  o sea Buenos Aires, se avecina, y hasta es vecina de Ana Perichón de Vandehuil, la afamada amante de Santiago de Liniers.
La buena fortuna la acompaña y se casa con un buen hombre, José Miranda, miliciano, blandengue, y asturiano, y será feliz, hasta 1806…
Durante la Primera Invasión Inglesa, entre los días 10 y 12 de Agosto de 1806 tuvo lugar la lucha final por la Reconquista de la ciudad de Buenos Aires, llegando a su punto máximo cuando las milicias y los voluntarios conducidos por don Santiago de Liniers tomaron la Plaza Mayor y pusieron sitio al Fuerte de la ciudad, que era el último bastión en donde se habían atrincherado los invasores británicos, para resistir la embestida final de Liniers y los suyos.
Es allí donde muere el marido de Manuela, diferentes versiones hay, y yo contare esta, al ver a su José muerto, enardecida su sangre criolla, toma el cuchillo de su marido, y ataca al inglés que lo último, y ese ingles en la sorpresa murió, degollado por manuela, es allí donde ella toma el fusil y carga contra el pelotón ingles que estaba dándose a retirada,  y con la bayoneta calada, mata otro, un disparo otro, y así seguirá…


Al finalizar la contienda, Manuela , queda viuda, y bañada en sangre inglesa,, un parte de Liniers, héroe de la reconquista dice "No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea, llamada Manuela la Tucumanesa, que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató un inglés del que me presentó el fusil" es asi como en honor a su valor, el mismo Santiago de Liniers,  le concede el grado de Alférez con goce a sueldo.


Documento sobre Manuela Pedraza, que se encuentra en el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.

El sargento del Tercio de Flandes que adiestro a la fuerza guarani.

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Corría el año de 1641, en Sudamérica,  cuando un ejército de mamelucos formado por 400 portugueses, los cuales se dedicaban a esclavizar indios fueron derrotados por un veterano de los Tercios de Flandes, quienes contaba la historia que nunca pisaron América…nunca?  y como es esta historia…comienza así.

Domingo de Torres nació a finales del siglo XVI en la península ibérica, pocos caminos habían para un joven con  espíritu indomable como el que el tenia, es así como termino componiendo en la fuerza más poderosa del planeta  en su época, los tercios de Flandes, el cuerpo de elite que domino Europa. 

Los Tercios eran unidades regulares profesionales permanentemente operativas, se incorporaban a partir de los 14 años, y su servicio era por no menos 20 años, de allí que eran tropas experimentadas, solo vivían para la guerra, y La recluta de los soldados del Tercio la realizaba cada capitán amparado por una patente llamada ‘conducta’, otorgada personalmente por el Rey, se destacó la amalgama de la disciplina con técnicas pulidas de pica, daga, espada y arcabuz.
Volviendo a la vida de Domingo, participo de la guerra de los 30 años así como en la guerra franco española, a daga y espada por toda Europa, licenciándose con más de 20 años de servicio, como sargento.

Y en América mientras tanto en la zona actual del Brasil un comercio de esclavos era manejado por los expediciones de los bandeirantes, estos buscaban metales, piedras preciosas, y capturaban indios que traían encadenados para venderlos como esclavos. Las columnas se organizaban así, un pequeño grupo de jefes portugueses, nacidos en Europa o en el Brasil; una tropa escogida de mamelucos (mestizas de blanco e india) armados con mosquetes y pistolas; un cuerpo numeroso de indios aliados que, como auxiliares de la columna, llevaba lanzas y arcos con flechas. Sus efectivos variaban de algunas docenas a varios cientos de hombres.
Los portugueses se dieron cuenta que los guaraníes tutelados por los jesuitas, se habían transformado en trabajadores agropecuarios bien adiestrados de modo que su valor se duplicó. Un esclavo negro era bueno trabajando por su resistencia física pero demandaba tiempo adaptarlo a las técnicas de laboreo en las haciendas. Por el contrario, los guaraníes gracias a los jesuitas, eran mano de obra capacitada y además, excelentes artesanos y por tanto un lucrativo negocio esclavizarlos.

Es asi como en  la Compañía de Jesús en el territorio Paracuaria, es decir, la entonces provincia del Paraguay,  sufre el asedio de los bandeirantes, estas misiones protegían y cuidaban de los guaraníes, más de 60000, indios fuero esclavizados, fue asi como tras sufrir numerosos ataques, ante esto el jesuita Ruiz de Montoya fue recibido por el rey Felipe IV y de inmediato lo informó de la gravedad de los ataques que estaban siendo objeto las Misiones y asi recibieron el permiso de la Corona de España para adiestrar a los indígenas.
Y es asi que el 21 de mayo de 1640 el monarca firmó una Real Cédula por la que transfería al Virrey del Perú el poder para armar a los guaraníes condenando el tráfico de seres humanos.

Si bien la ordenanza real llegaría cinco años más tarde a Lima, los jesuitas no esperaron todo ese tiempo sino que tomaron la iniciativa. En 1639 habían conseguido de Buenos Aires y de la Real Audiencia de Charcas las autorizaciones para que los aborígenes portaran armas de fuego. El gobernador de Buenos Aires, Pedro de Rojas y Acevedo envió varios instructores y armas y el papa Urbano VIII dispuso que los bandeirantes católicos fueran excomulgados. Como era de esperarse, los portugueses reaccionaron con más furia que nunca y casi matan a los monjes jesuitas que se encontraban en San Pablo tramitando un alto al fuego.
Finalmente en septiembre de 1640 partió la nueva bandeira portuguesa. Se sumaron a esta expedición -que no solo venía ya a saquear y esclavizar sino a cobrar venganza y apropiarse de territorios- varios nobles portugueses e hijos de acaudalados entre quienes se encontraban Antonio de Cunha Gago, Juan Leite y Pedro Nunes Dias. Unos 400 naturales de Portugal ingresaron a las filas bien equipados y armados con espadas, petos o armaduras parciales y armas de fuego. Como siempre, se sumaron los renegados Tupíes y mestizos además de negros esclavos, un ejército de unos 3500 efectivos comenzó a surcar por el río Uruguay en unas 700 canoas.


Notificados los jesuitas del avance del enemigo, el Superior de la Orden el padre Claudio Ruger ordenó concentrar el ejército guaraní de unos 4200 efectivos. El armamento tradicional indígena consistente en arcos y flechas, puñales, macanas y hondas fue reforzado con 300 arcabuces y piezas de artillería algunas de las cuales fueron enviadas desde Buenos Aires.
De inmediato comenzaron la construcción de balsas con unas novedades. Se las "fortificó" con troncos para resistir las piedras y flechas que arrojaban los tupíes y además, proporcionar algún tipo de "blindaje" contra los disparos de arcabuces. Un arma un tanto extraña que utilizaron en esta batalla los guaraníes fue el tambetá que era una quijada afilada y la cual se usaba en la batalla cuerpo a cuerpo como una segadora.

Domingo de Torres llega a América con el fin de adiestrar y preparar militarmente  a los guaraníes, su base será en Mboreré, hoy Argentina, los padres Antonio Cárdenas y Antonio Bernal, ex militares, comenzaron a ejercitar a los guaraníes en marchas y maniobras militares además de técnicas de combate. Simultáneamente, los padres Pedro Mola, Cristóbal de Altamirano, Juan de Porras, José Domenech, Miguel Gómez, Domingo de Salazar, Antonio de Alarcón, Pedro Sardoni y Domingo Suárez se dedicaron al apoyo logístico, la construcción de balsas, etc. Las tropas indias fueron colocadas bajo el mando de los caciques Ignacio Abiarú y Nicolás Nhienguirú siendo su estado mayor los caciques Francisco Mbayroba y Azaray. El padre Claudio Ruger se declaró enfermo delegando el mando a los padres Diego de Boroa y Pedro Romero. La base de operaciones fue situada en la misión Asunción de Acaraguá cerca del arroyo Mbororé.
Dos guaraníes que habían escapado informaron en detalle la cantidad de tropas y calidad del armamento que traían los paulistas.

La Mission retrata lucha de bandeirantes y guaranies
El 25 de febrero el padre Altamirano envió río arriba 8 canoas en misión de exploración. Pero en un recodo de un río, se toparon con mas de 300 embarcaciones bandeirantes. Los guaraníes tuvieron una escaramuza con la fuerza invasora y escaparon perseguido por canoas tupíes. Sin embargo los perseguidores cayeron en una trampa cuando se aproximaron demasiado a la línea defensiva guaraní quienes salieron en auxilio de los suyos. En la refriega que siguió los tupíes hubieran sido exterminados a no ser porque comenzó una furiosa tormenta con truenos y relámpagos que obligó a detener las operaciones.

Con la llegada de la noche, acelerada por el mal tiempo, los paulistas intentaron atacar de sorpresa la posición jesuita de Acaraguá. En la oscuridad, 250 guaraníes en 30 canoas sostuvieron con valor el ataque a la luz de los relámpagos, contra una fuerza superior compuesta por mas de 100 embarcaciones.

Altamirano juzgo prudente retirarse ante la magnitud de las fuerzas invasoras o arriesgaba a perder todos sus efectivos. Antes, ordenó destruir todos los cultivos y víveres para no dejar nada a los atacantes. Esta desición fue acertada ya que el hambre condujo a los atacantes hacia el terreno que los jesuitas y caciques generales habían elegido para presentar combate.

Cuando llegaron a Mbororé se encontraron con las fuerzas guaraníes en línea de batalla y con la novedad que habían fortificado las orillas. Hasta las mujeres colaboraban acarreando todo lo que se necesitaba para mantener a los hombres en buenas condiciones.
Durante dos días los invasores tantearon la situación mientras decidían que hacer. Los jesuitas entre tanto, acumularon más refuerzos y confesaron a todos los que iban a pelear.

El 11 de marzo de 1641 la bandeira abandonó Acaraguá y avanzó río abajo con unas 300 embarcaciones. A las dos de la tarde, 60 canoas al mando del cacique general Ignacio Abiarú tomaron la iniciativa pasando al ataque enarbolando el estandarte de Francisco Javier. Luego de una breve arenga, Abiarú condujo a los suyos directo al medio de la formación enemiga comenzando la batalla que duraría casi una semana. Al frente de la singular flotilla fluvial, guiaba la acción una balsa donde iba montado un pequeño cañón que, al hacer fuego, comenzó a hacer estragos en las filas tupíes.

La noche alivió el combate que hasta el momento, resultaba desfavorable a la bandeira. Catorce canoas y algunas balsas fueron capturadas y muchos prisioneros.
 
Fuerzas bandeirantes al mando de Manuel Pires y Jerónimo Pedrozo de Barros partieron de San Pablo en septiembre de 1640.
Al día siguiente, 12 de marzo, los jesuitas pensaron llevar el combate a tierra firme pero los paulistas no aceptaron batallar lejos del río y por fuera de sus fortificaciones. En eso que parlamentaban jesuitas y caciques los pasos a seguir, llega un mensajero tratando de negociar la paz pero no le fue aceptada la oferta. De inmediato sitiaron el campamento bandeirante por tierra y desde el río sospechando que fuerza invasora estaba maltrecha y buscaban artimañas para reorganizarse. Desde el 12 hasta el 16 de marzo, el campamento enemigo fue bombardeado sin cesar.

Comprendieron los bandeirantes que ya la suerte en la batalla les sería adversa y decidieron parlamentar. Tenían muchos heridos y además, nada de víveres. Pidieron un nuevo tiempo para negociar la paz pero era tanto el daño que habían hecho, que los indios no querían saber nada con rendición. Los querían exterminar para siempre y alejarlos definitivamente de las tierras labradas.

El 16 salen de la fortificacion y procuran forzar el bloqueo navegando río arriba. Pero de inmediato son acosados por los guaraníes con tanta determinación que comenzó una masacre. Sin embargo, valiéndose de los portugueses y sus armas, los invasores alcanzaron a llegar a la desembocadura del río Tabay solo para encontrarse que los estaban esperando 2000 guaraníes formados en línea listos para la pelea. Solicitaron clemencia otra vez pero los caciques guaraníes se negaron a proporcionarla y los jesuitas no hicieron mucho para interceder. Ellos también estaban contagiados por el ardor de la guerra.

Finalmente arremetieron los bandeirantes contra la banda oriental del río Uruguay buscando la salvación pero fue un esfuerzo inútil. Los estaban aguardando y sufrieron constantes ataques que los diezmaron. Perdido el orden marcial, la bandeira se fue disgregando en pequeños grupos que fueron cazados sin piedad. La persecución aborigen fue mortal. Los tupíes eran muertos sin miramiento alguno y los portugueses asesinados así se rindieran.



Durante meses, luego de la batalla, partidas de guaraníes peinaron prolijamente la zona hasta no dejar a ningún bandeirante en actitud de pelea.

La batalla había sido terrible. De los 3000 paulistas que iniciaron el ataque, solo un puñado de tupíes regreso a San Pablo junto a 120 portugueses y mamelucos.

Hubo un intento posterior por socorrer a los derrotadoS pero el padre Altamirano junto con las tropas guaraníes de Abiarú los interceptaron y derrotan a finales de 1641. Con esto, cesaron por muchísimo tiempo, las temibles bandeiras. En los territorios portugueses de Brasil, ahora sabían que los jesuitas no solo eran capaces de cultivar tierras sino trabar tan fuerte amistad mediante el vínculo religioso, que los guaraníes se habían constituído en un ejército regular que había que respetar. Mborore fue también la primera Batalla Naval de Sudamérica.

En conjunto, entre 1637 y 1745, año este de la abolición definitiva de las reducciones, los ejércitos guaraníes entraron en combate al menos cincuenta veces en nombre del rey de España. En 1697, un contingente de dos mil indios rechazó a los franceses en Buenos Aires; en 1704, un ejército de cuatro mil hombres acompañado de caballos, ganado y un arsenal móvil descendió el Paraná en barcazas con el objetivo de defender la ciudad contra los ingleses; en 1724, expulsaron a los portugueses de Montevideo.
Cuentan que Domingo, el sargento memorable de los tercios de Flandes, siguió siempre junto a su ejército guaraní, murió de viejo, no encontró valiente que lo mate, una historia más de estas tierras.

Fuente: Henry Kamen, Imperio. La forja de España como potencia mundial. Aguilar, Barcelona 2003, páginas 326-327.
http://noticiasdelacruz.com.ar

El Cuchillo Mason de Don Juan Manuel de Rosas

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Este cuchillo, sin dudas perteneció a Don Juan Manuel, y en mi opinión personal, fue un regalo, vaya uno a saber de quien, Rosas nunca demostró, asi como tampoco dejo ver, algún lado mason, o que pertenciese a alguna logia,el era un criollo, hombre simple, y bastante terrenal! lo abra usado? no lo creo, pero se ve que era muy lindo, y cuanta simbologia tiene este filo!!!


Hoja de acero español. Grabada de un lado con símbolos masónicos y del otro con escudo de la Confederación con inscripción "En Unión y Livertad", reserva con inscripción "para D.J.M.R." sobre fondo de oro; presenta además la inscripciòn "SOY CASTIGO DEL MALBADO" de un lado y "SOY DEFENSA DEL YNOCENTE" del otro. Cabo de forma ahusada de oro liso en sus extremos y alambre torsado en la parte central. Vaina con puntera, brocal y costillas de oro con decoración grabada a flor de agua de rameados, motivos vegetales estilizados e iniciales "E.S.D.J.M.R", forrado en pana marrón. Por tradición familiar perteneció a Don Juan Manuel de Rosas. Este cuchillo fue usado por el General Don Juan Manuel de Rosas en sus Campañas y hasta la batalla de Caseros. Al emigrar a Inglaterra, acompañado por el General Don Pascual Echague y el Coronel Don Manuel Fabre, Rosas en recuerdo le obsequió el presente cuchillo al General Echague al volver este a Buenos Aires. Al fallecer dicho General paso a manos de Don Leónidas Echague Gobernador de Entre Ríos. Este en el año 1880 se lo regalo a Don José V. Victorica que fuera de la amistad de Manuelita Rosas; su padre fue Jefe de Policía de Lavalle y Rosas. Este último se lo regalo a Don Enrique J. Piccardo Victorica (hijo) al cumplir éste 22 años.



Largo: 38 cm.
Argentina, circa 1830.
Propietario Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas.
Propietario General Don Pascual Echague.
Propietario Gobernador Don Leónidas Echague.
Propietario Don José Victorino Victorica.
Propietario Don Enrique J. Piccardo Victorica.




Repoducido en la revista El Hogar del 10 de enero de 1930, "La Guitarra y el cuchillo de Rosas" por Edmundo Montagne, en la que se lo describe profusamente y Don José Victorino Victorica relata su historia.
Entrevista a Don José V. Victorica, realizada por Adriana Piquet en la revista Atlántida del 8 de noviembre de 1934, en la que se refiere a Manuelita Rosas y su época, que el vivió, y a reliquias de la familia Rosas, en su poder, mencionado y mostrando a la columnista el presente cuchillo.
Carta de Don José V. Victorica a Don Enrique J. Piccardo Victorica, su nieto y ahijado, al regalarle el cuchillo que perteneció a Rosas, al cumplir su mayoría de edad.

 
Artículo de Luis F. Núñez en "La Nación" del 25 de octubre de 1992 

Y mas detalles de esta lujosa pieza, una historia cuenta que fue un regalo, por cartas de Manuelita y Antonino Reyes, que se habla de un lujosos cuchillo, en mi parecer no es este, ya que hay muchos datos que no condicen con el mismo.




Icepick, mito o realidad...

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Esta forma de tomar el cuchillo, llamada Icepick , de picahielos o agarre inverso, pensada por muchos como un agarre militar, donde se toma el cuchillo con la hoja hacia el lado del menique y el pomo del cabo encerrado entre el pulgar y el índice. es de lo mas pintoresco, se ve muy lindo, y agresivo, movimientos limitados, solo corta distancia de efectividad, pero...sirve? acá un breve análisis de este grip, y a posterior usted mismo decida.

Este agarre se hizo popular como una toma táctica, y eso tiene un porque, lo vimos en infinidad de películas diría que la más llamativa es el la pelea del film Under Siege (en Argentina llamada Alerta máxima), con Steven Seagal y Tommy Lee Jones, sien do Jefe Ryback, el cocinero Seal que se enfrenta al terrorista Stranix en un duelo de cuchillo que quedo en la memoria de muchos.


Ahora bien, de donde sale este agarre, uno de los primeros manuales militares de cuchillo que surgen, muestra el grip Icepick como el agarre esencial para la eliminación de centinelas, o sea , eliminar individuos, mediante la sorpresa de manera silenciosa, siendo este grip específico para combate a corta distancia, hay sistemas que utizan este agarre, como “Libre Fighting”, un excelente sistema de defensa personal, otros como NAWA (Native American warrior Arts) lo utilizan en la mano de apoyo al usar arma doble tomahawk y cuchillo, y finalmente muchos no lo usan, en el cual se cuida la distancia, y donde se ve cual es la órbita que tendrá el ataque del cuchillo, volviendo a los años de WWII y los primeros manuales de Knifefighting, comienzan a aparecer otros modelos de cuchillos de pelea, comienza a cambiar esta modalidad de ataque, es lo que se ve con el “Smatchet” el cuchillo de knifefighting diseñado por Fairbarn, en Argentina tenemos uno similar de la marca Yarará, llamado “Gloton” que realiza para RDA, un efectivo sistema de combate, liderado por el Mayor Damián Rosatti.


Para terminar, el icepick no deja de ser propio de regiones, lo vemos por ejemplo en su estado más crudo de forma de duelo de pelea, donde? En los penales, en Venezuela, Colombia es predominante, no asi en Argentina, Uruguay, por ejemplo ; en lo personal, me es más cómodo y practico el agarre común, no asi el grip de icepick, pero más allá de los fundamento hay un gran marketing en el tema.



El Tigre de Quequén, su historia.

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Realidad y fantasía se mezclan en la vida del personaje de Eduardo Gutiérrez. Hubo quien creyó que fue tan sólo una invención del folletinero porteño, luego plasmada -y popularizada- en un libro cuya portada muestra el grabado de un gaucho huyendo de la partida, pero esta historia es real, sigue leyendo y no solo lo comprobaras, sabrás mas de este gaucho matrero, cuchillero, que en sus últimos días se enderezo…


Pero lo cierto es que existió! Eduardo Gutiérrez lo visito en la penitenciaria, donde escribió su historia, también lo demuestran los expendientes judiciales consultados de los partidos bonaerenses donde sus fechorías se hicieron patentes y, en el archivo histórico de la ciudad de La Plata, y como si fuera poco, con un arduo trabajo de investigación conseguí esta imagen que muestra a Felipe Pacheco, El Tigre de Quequén, junto a sus hijo poco tiempo antes de fallecer.
 
Eduardo Gutierrez, el mentor de la leyenda
El comienzo de la vida de matrero de Felipe Pascual Pacheco, alias "el Tigre del Quequén", tiene mucho en común a la de tantos gauchos de la época: una “injusticia” lo llevó a defender su hombría a punta de facón. Este fue el comienzo de una serie de desencuentros con la justicia las partidas, y así comenzó su leyenda.
Felipe Pacheco había nacido en 1828 en el barrio porteño de Palermo, pero cuando todavía era un niño fue abandonado por sus padres y es criado por una mujer llamada Gregoria Rosa.
Hacia 1860 Pacheco llegó a la Lobería Grande y contrajo matrimonio con Juana Moreno, madre de seis de sus hijos. Su vida transcurrió sin mayores sobresaltos hasta 1866, cuando comenzaron las desdichas, ya que en duelo hiere de gravedad a un matrero muy mentado, por lo cual, tuvo que adentrarse campo adentro. Así es como comienza y Felipe Pacheco cimenta su fama a punta de cuchillo y, según relatan crónicas de la época, "era temido por los gauchos e imbatible con el facón y el rebenque".y gana el mote de "el Tigre del Quequén", por su astucia, fiereza y sorprendente habilidad para evadir a la partida.
Fue así que en el año 1866 se le inicia a Pacheco una causa criminal por una muerte hecha en el partido de la Lobería. Dice el escrito "que el criminal ha desaparecido y abandonado sus bienes y familia" (tenía 6 hijos).
Pacheco se reúne nuevamente con su familia y se establece en la estancia de un fuerte hacendado, Don Angel Zubiarre (cerca de la actual ciudad de Necochea), Don Zubiarre era uno de los primeros pobladores de Necochea, y bajo su ala de protección estuvo El Tigre. Con el tiempo se hace de una tropilla, también es conchabado como resero y recorre con este oficio varios partidos del centro sur de la provincia de Buenos Aires, para El Tigre son tiempos de paz… pero a menudo en pulperías o campamentos de troperos, debe responder-a rebencazos, como era de rigor- a las bravuconadas de paisanos provocadores o de simples pleiteros en busca de gloria, ganarse la fama de ser el matador del Tigre de Quequén, es así que cada duelo o "hazaña” de acrecentaba su fama de matrero. Fue tildado de ladino, pendenciero y malentretenido. Perseguido durante años y por el odio que le inspiraron los hombres, estableció su real en una cueva de las barrancas del río Quequén. Por su fiereza y habilidad, para salir airoso de cuanta celada le era preparada, fue apodado "el Tigre del Quequén".
En la zona de Tres Arroyos, donde luego se desempeña como asistente de los jueces de Paz, Antonio Arancibia y Bernardo Arriaga, quien finalmente le advierte que desde el juzgado de Dolores solicitan su captura, tarea para la cual es encomendado el famoso policía "gorra colorada", que lo termina atrapando cuando "el Tigre" salía de su cueva.


La cosa fue asi, la leyenda del Tigre, el gaucho bravo y pendenciero, comenzaba a forjarse. Durante una década supo burlar con fiereza y habilidad los intentos de sucesivos sargentos para enviarlo tras las rejas. Los vecinos del Quequén Salado, atemorizados por su fama, lo denunciaron en 1875, y el comisario Luis Aldaz,más conocido como “El Gorra Colorada” otro rudo personaje de la campaña y diez soldados fueron enviados tras sus huellas.

Cerca del Paso del Médano -por Copetonas- vieron un perro solitario que mansamente los llevó a la guarida de su amo. Despojado del facón y del trabuco que tenía entre sus ropas y sin oponer resistencia, Pacheco fue arrestado y marchó preso atado sobre su propio caballo.

En palabras del  propio Aldaz…"uno de esos criminales que solamente con su presencia aterroriza... autor de 14 asesinatos alevosos y de tener familia con sus propias hijas", pero si bien se le asignaban 14 muertes, cuando el juez de Dolores le pide a su par de Tres Arroyos que informe si "el Tigre" tenía causas o sumarios abiertos, le aclara que es totalmente inocente, incluso, hasta del homicidio de un vasco de la zona del que estaba acusado". En realidad, sólo se le pudo imputar un asesinato y una fuga. Al mayúsculo cargo de incesto, el juez lo desechó de plano. También expresaba el Dr. Aguirre, que "de los demás crímenes atribuidos a Pacheco, no había ningún elemento para imputárselos". Sobreseía a éste y que "debía cumplir la sentencia en la Penitenciaría de Buenos Aires por el hecho de 1866". Lugar donde ingresó Felipe Pacheco en diciembre de 1876.

Ilustracion correspondiente a la primera edicion (1880)
Al parecer recuperó su libertad el año 1880, en premio a su buena conducta y en atención a un problema de salud. Lo cierto es que, tiempo más tarde y escapándole a su fama de "hombre malo", el "Tigre" llegó a La Pampa. Se establece en los campos de Quehué en 1887. Allí peonaba en distintos puestos, cuidando su pequeño capital en haciendas y caballos. Era muy requerido para amansar caballos, oficio que entre otras cosas, le había dado renombre en los pagos bonaerenses de sus años mozos.
Luego tomó una plaza como postillón en la mensajería de Valleé, que por aquellos años hacía su servicio entre Trenque Lauquen y General Acha. Posteriormente, abandona esta ocupación y levanta su rancho en un abra del monte circundante al paraje Toay. Allí existía un boliche llamado "el fortín Llorens", ubicado a pocos metros de la famosa fuente que diera nombre desde muy antiguo a toda la zona y, posteriormente al pueblo.
Aunque entre los moradores del punto era conocido como Pacheco "el malo", se le había dado este título más como respetuoso reconocimiento a sus pasadas andanzas que por pendencias en el lugar. Los testimonios son coincidentes en que nunca, desde que vivió en Toay, tuvo un altercado con nadie. Siempre se reveló como un hombre trabajador, pacífico y de hábitos familiares. Pues una joven mujer que lo acompañaba como esposa, Anacleta Viera, le había dado 6 hijos pampeanos, poderosas razones para no replicar violentamente a indirectas intencionadas que algunas veces le dirigían imprudentes o camorreros.

 

La especialidad de Felipe Pacheco eran los trenzados de sogas, riendas; lazos; bozales, muy condicionados entre el criollaje, en quienes hallaba pronta clientela. Si bien vivía humildemente, como buen gaucho presumido gustaba mostrar sus lujos. Era común que cayera a cuanta reunión campera hubiera, montando su "crédito", un soberbio zaino rabicano emprendando ricamente en plata, causando la admiración y codicia de todos. En tales ocasiones era, invariablemente, centro de la reunión. En fluida charla, gustaba relatar sus pasadas andanzas. Adoptando su más estudiada pose de compadre neto afirmaba no haber sido asesino, y al rosario interminable de muertes que se le imputaban lo reducía a unas pocas, y a éstas haberlas hecho en "güena lay".

Felipe Pacheco en Toay junto a sus Hijos

Cuando Juan Brown funda el pueblo, observando su comportamiento ejemplar y el predicamento adquirido entre el gauchaje de los puestos circundantes, lo hace su hombre de confianza y habitualmente lo ocupaba en diversas tareas camperas. Lo protegió durante años y le permitió vivir en su campo. Su aún fuerte contextura física, pese a ser un hombre de 77 años, se vio atacada por un incurable mal. Felipe Pascual Pacheco, muere el 30 de noviembre de 1898 en su rancho de Toay. Consta en el acto del libro de defunciones que el deceso se produce a causa de "reblandecimiento cerebral”, según el certificado médico del Dr. José Oliver. Horas más tarde de ese mismo día, y también según el archivo del Registro Civil, nacía Agustina, la séptima hija de aquel hombre de 77 años.

La “Cueva del Tigre”
Es una caverna a orillas del río Quequén Salado, donde supo refugiarse Felipe Pascual Pacheco, nuestro legendario gaucho matrero, de vida errante y facón a la cintura. Hoy es una atracción turística conocida, el sitio está ubicado a unos 15 kilómetros de Copetonas. Tomando la ruta hacia Brío. Reta a la altura del cementerio de Copetonas sale un camino entoscado que desemboca en ese sitio donde la naturaleza fue pródiga, bañada por las aguas del río Quequén Salado --límite natural entre los partidos de Tres Arroyos y Coronel Dorrego-- rodeada de altos barrancos, con una impactante cascada (llamada "salto del tigre"), se refugiaba el temible Pacheco, que para algunos historiadores era un bandido rural, y para otros una especie de "Robín Hood" pampeano.




Quien era Luis Aldaz, el cazador del Tigre.
Luis Aldaz nace en Pamplona, Navarra en 1943, era hijo de Martín Aldaz y de Graciosa Arbizú, ambos de nobles familias españolas. Llegó a Buenos Aires en 1871, bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento. Le tocó vivir en una Argentina en pleno proceso de reorganización nacional y modernización, y al mismo tiempo bajo los últimos atisbos del caudillismo tan arraigado en el interior del país. Ingresó como soldado voluntario del Batallón Guardia Provincial, bajo las órdenes del comandante José Ignacio Garmendia. Combatió contra las fuerzas del caudillo entrerriano López Jordán, ascendiendo hasta teniente primero en 1878. Fue oficial de la policía rural de la provincia de Buenos Aires desde 1879. Apoyó la política centralista y porteña de Carlos Tejedor en la revolución de ese año, participando en los combates de los Corrales y Puente Alsina contra Bartolomé Mitre, en 1880. Tras la federalización de Buenos Aires, pasó a la policía de provincia como oficial de frontera.
Llegó a prestar servicios y ser nombrado comisario en Guaminí (provincia de Buenos Aires) entre 1906 y 1917. Ese mismo año fue nombrado inspector general y tres años más tarde se le designó alcalde del departamento de policía de la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires).
Durante treinta y cinco años prestó servicios contra el gauchaje alzado, persiguiendo matreros, criminales y ladrones de ganado. Había recibido varias cicatrices de lanzazos, cuchilladas y balazos al someter a temidos delincuentes, como el célebre Felipe Pacheco, alias El Tigre de Quequén. Se le conocía con el apodo de Gorra colorada por el quepis rojo que llevaba. Era de complexión robusta, alto y fornido, con una increíble fuerza física y un riguroso sentido de la justicia.
Ilustracion orrespondiente a la primera edicion (1880)
La Jefatura de Policía de la provincia de Buenos Aires le decretó honores especiales a su muerte por considerarlo el decano de los funcionarios policiales, por su conducta intachable y los innumerables servicios prestados.
Dejando de existir en La Plata, un 12 de septiembre de 1920.

Y una última historia que se supo de el
En sus últimos años de vida, viejo y en paz, hallándose en unas carreras en el Camino de la Arena, un mocetón le cruzó las espaldas con su rebenque y él, haciendo ademán de atropellarlo, se contuvo y exclamó;
— Guacho, canalla!... Hubieras estao veinte años en una cárcel y veríamos si rebenqueabas; a un hombre!
…el Tigre ya estaba cansado.


Fuente:
Caras y Caretas, 7 de enero de 1899, n°14
Diario "La Arena" - suplemento centenario de Toay- Autor Walter Cazenave - 9 de julio – 1994
V. Osvaldo Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, t. IV, Buenos Aires, Elche, 1975, pág. 81.
Eduardo Gutierrez, El Tigre de Quequén,
http://www.lagazeta.com.ar


El Fiyingo, aquel cuchillito malevo…

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El fiyingo es un cuchillo pequeño, de uso y portación diaria, algo asi como el verijero, diríamos, posee una  hoja delgada (en comparación con un cuchillo de mayor tamaño) y alargada...estilizada.
De donde viene su nombre? Se supone que fiyingo, viene de fillingo, deformación del portugués Fliho (hijo) y el diminutivo, "hijito" forma 'cariñosa' de referirse a un cuchillo chico, y ya sabemos que tan cariñosos somos los criollos con nuestros filos.
En concreto, estamos hablando de un cuchillo con una hoja de no más de 18 centímetros. Si bien puede ser una hoja chica que con mango y todo terminara portando unos 25 centímetros, puede ser grande?, pero puede ser que efectivamente sea un fiyingo, hay cuchillos más grandes ciertamente, los detalles en claro sería un cuchillo pequeño, que se porta de manera oculta, con fácil desenvaine, hoja estilizada, y con fines de pelea, de la defensa a la pelea…ese es el fiyngo.

La Portación.                                                 
Se portaba en la sisa del saco, chaleco, en una sobaquera con tientos o simplemente en un bolsillo, lo importante era que no se note y que al salir, salga cortando.


El "mito urbano", no tan mito.
Hasta 1957 existían en la porteña Buenos Aires, los llamados edictos policiales, entre ellos uno, específicamente reprimía la "portación de arma blanca" cuya hoja excediera los cuatro dedos. Ello porque se consideraba la medida necesaria para interesar un órgano vital. Esto se aplicaba a toda pieza de hoja, plegable o fija. Cuando los edictos fueron derogados por la llamada Revolución Libertadora, se los incluyo en un Código Contravencional, casi sin modificaciones, esta es una de las historias de las que se habla el porqué de un cuchillo pequeño y oculto, en esos malevos de principio de siglo.
Y de yapa un cuento de Borges donde adivinen que cuchillo anda por ahí…


El Hombre de la esquina rosada.
      Por Jorge Luis Borges (1899–1986).
A Enrique Amorim

A mi, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo lo conocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque el sabía tallar más bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupe y la Batería. Arriba de tres veces no lo traté, y ésas en una misma noche, pero es noche que no se me olvidará, como que en ella vino la Lujanera porque sí a dormir en mi rancho y Rosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo. A ustedes, claro que les falta la debida esperiencia para reconocer ése nombre, pero Rosendo Juárez el Pegador, era de los que pisaban más fuerte por Villa Santa Rita. Mozo acreditao para el cuchillo, era uno de los hombres de don Nicolás Paredes, que era uno de los hombres de Morel. Sabía llegar de lo más paquete al quilombo, en un oscuro, con las prendas de plata; los hombres y los perros lo respetaban y las chinas también; nadie inoraba que estaba debiendo dos muertes; usaba un chambergo alto, de ala finita, sobre la melena grasíenta; la suerte lo mimaba, como quien dice. Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir. Sin embargo, una noche nos ilustró la verdadera condicion de Rosendo.

El Hombre de la esquina rosada por Breccia

Parece cuento, pero la historia de esa noche rarísima empezó por un placero insolente de ruedas coloradas, lleno hasta el tope de hombres, que iba a los barquinazos por esos callejones de barro duro, entre los hornos de ladrillos y los huecos, y dos de negro, dele guitarriar y aturdir, y el del pescante que les tiraba un fustazo a los perros sueltos que se le atravesaban al moro, y un emponchado iba silencioso en el medio, y ése era el Corralero de tantas mentas, y el hombre iba a peliar y a matar. La noche era una bendición de tan fresca; dos de ellos iban sobre la capota volcada, como si la soledá juera un corso. Ese jue el primer sucedido de tantos que hubo, pero recién después lo supimos. Los muchachos estábamos dende tempraño en el salón de Julia, que era un galpón de chapas de cinc, entre el camino de Gauna y el Maldonado. Era un local que usté lo divisaba de lejos, por la luz que mandaba a la redonda el farol sinvergüenza, y por el barullo también. La Julia, aunque de humilde color, era de lo más conciente y formal, así que no faltaban músicantes, güen beberaje y compañeras resistentes pal baile. Pero la Lujanera, que era la mujer de Rosendo, las sobraba lejos a todas. Se murió, señor, y digo que hay años en que ni pienso en ella, pero había que verla en sus días, con esos ojos. Verla, no daba sueño.
El Hombre de la esquina rosada por Breccia
La caña, la milonga, el hembraje, una condescendiente mala palabra de boca de Rosendo, una palmada suya en el montón que yo trataba de sentir como una amistá: la cosa es que yo estaba lo más feliz. Me tocó una compañera muy seguidora, que iba como adivinándome la intención. El tango hacía su voluntá con nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar. En esa diversion estaban los hombres, lo mismo que en un sueño, cuando de golpe me pareció crecida la música, y era que ya se entreveraba con ella la de los guitarreros del coche, cada vez más cercano. Después, la brisa que la trajo tiró por otro rumbo, y volví a atender a mi cuerpo y al de la companera y a las conversaciones del baile. Al rato largo llamaron a la puerta con autoridá, un golpe y una voz. En seguida un silencio general, una pechada poderosa a la puerta y el hombre estaba adentro. El hombre era parecido a la voz.
Para nosotros no era todavía Francisco Real, pero sí un tipo alto, fornido, trajeado enteramente de negro, y una chalina de un color como bayo, echada sobre el hombro. La cara recuerdo que era aindiada, esquinada.
Me golpeó la hoja de la puerta al abrirse. De puro atolondrado me le jui encima y le encajé la zurda en la facha, mientras con la derecha sacaba el cuchillo filoso que cargaba en la sisa del chaleco, junto al sobaco izquierdo. Poco iba a durarme la atropellada. El hombre, para afirmarse, estiró los brazos y me hizo a un lado, como despidiéndose de un estorbo. Me dejó agachado detrás, todavía con la mano abajo del saco, sobre el arma inservible. Siguió como si tal cosa, adelante. Siguió, siempre más alto que cualquiera de los que iba desapartando, siempre como sin ver. Los primeros —puro italianaje mirón— se abrieron como abanico, apurados. La cosa no duró. En el montón siguiente ya estaba el Inglés esperándolo, y antes de sentir en el hombro la mano del forastero, se le durmió con un planazo que tenía listo. Jue ver ése planazo y jue venírsele ya todos al humo. El establecimiento tenía más de muchas varas de fondo, y lo arriaron como un cristo, casi de punta a punta, a pechadas, a silbidos y a salivazos. Primero le tiraron trompadas, después, al ver que ni se atajaba los golpes, puras cachetadas a mano abierta o con el fleco inofensivo de las chalinas, como riéndose de él. También, como reservándolo pa Rosendo, que no se había movido para eso de la paré del fondo, en la que hacía espaldas, callado. Pitaba con apuro su cigarrillo, como si ya entendiera lo que vimos claro después. El Corralero fue empujado hasta él, firme y ensangrentado, con ése viento de chamuchina pifiadora detrás. Silbando, chicoteado, escupido, recién habló cuando se enfrentó con Rosendo. Entonces lo miró y se despejo la cara con el antebrazo y dijo estas cosas:
—Yo soy Francisco Real, un hombre del Norte. Yo soy Francisco Real, que le dicen el Corralero. Yo les he consentido a estos infelices que me alzaran la mano, porque lo que estoy buscando es un hombre. Andan por ahí unos bolaceros diciendo que en estos andurriales hay uno que tiene mentas de cuchillero , y de malo , y que le dicen el Pegador. Quiero encontrarlo pa que me enseñe a mi, que soy naides, lo que es un hombre de coraje y de vista.

Dijo esas cosas y no le quitó los ojos de encima. Ahora le relucía un cuchillón en la mano derecha, que en fija lo había traído en la manga. Alrededor se habían ido abriendo los que empujaron, y todos los mirábamos a los dos, en un gran silencio. Hasta la jeta del milato ciego que tocaba el violín, acataba ese rumbo.
En eso, oigo que se desplazaban atrás, y me veo en el marco de la puerta seis o siete hombres, que serían la barra del Corralero. El más viejo, un hombre apaisanado, curtido, de bigote entrecano, se adelantó para quedarse como encandilado por tanto hembraje y tanta luz, y se descubrió con respeto. Los otros vigilaban, listos para dentrar a tallar si el juego no era limpio.
¿Qué le pasaba mientras tanto a Rosendo, que no lo sacaba pisotiando a ese balaquero? Seguía callado, sin alzarle los ojos. El cigarro no sé si lo escupió o si se le cayó de la cara. Al fin pudo acertar con unas palabras, pero tan despacio que a los de la otra punta del salón no nos alcanzo lo que dijo. Volvió Francisco Real a desafiarlo y él a negarse. Entonces, el más muchacho de los forasteros silbó. La Lujanera lo miró aborreciéndolo y se abrió paso con la crencha en la espalda, entre el carreraje y las chinas, y se jue a su hombre y le metió la mano en el pecho y le sacó el cuchillo desenvainado y se lo dió con estas palabras:
—Rosendo, creo que lo estarás precisando.
A la altura del techo había una especie de ventana alargada que miraba al arroyo. Con las dos manos recibió Rosendo el cuchillo y lo filió como si no lo reconociera. Se empinó de golpe hacia atrás y voló el cuchillo derecho y fue a perderse ajuera, en el Maldonado. Yo sentí como un frio.
—De asco no te carneo —dijo el otro, y alzó, para castigarlo, la mano. Entonces la Lujanera se le prendió y le echó los brazos al cuello y lo miró con esos ojos y le dijo con ira:
—Dejalo a ése, que nos hizo creer que era un hombre.
Francisco Real se quedó perplejo un espacio y luego la abrazó como para siempre y les gritó a los musicantes que le metieran tango y milonga y a los demás de la diversión, que bailaramos. La milonga corrió como un incendio de punta a punta. Real bailaba muy grave, pero sin ninguna luz, ya pudiéndola. Llegaron a la puerta y grito:
—¡Vayan abriendo cancha, señores, que la llevo dormida!
Dijo, y salieron sien con sien, como en la marejada del tango, como si los perdiera el tango.
Debí ponerme colorao de vergüenza. Dí unas vueltitas con alguna mujer y la planté de golpe. Inventé que era por el calor y por la apretura y jui orillando la paré hasta salir. Linda la noche, ¿para quien? A la vuelta del callejón estaba el placero, con el par de guitarras derechas en el asiento, como cristianos. Dentre a amargarme de que las descuidaran así, como si ni pa recoger changangos sirviéramos. Me dió coraje de sentir que no éramos naides. Un manotón a mi clavel de atrás de la oreja y lo tiré a un charquito y me quedé un espacio mirándolo, como para no pensar en más nada. Yo hubiera querido estar de una vez en el día siguiente, yo me quería salir de esa noche. En eso, me pegaron un codazo que jue casi un alivio. Era Rosendo, que se escurría solo del barrio.
—Vos siempre has de servir de estorbo, pendejo —me rezongó al pasar, no sé si para desahogarse, o ajeno. Agarró el lado más oscuro, el del Maldonado; no lo volví a ver más.
Me quedé mirando esas cosas de toda la vida —cielo hasta decir basta, el arroyo que se emperraba solo ahí abajo, un caballo dormido, el callejón de tierra, los hornos— y pensé que yo era apenas otro yuyo de esas orillas, criado entre las flores de sapo y las osamentas. ¿Que iba a salir de esa basura sino nosotros, gritones pero blandos para el castigo, boca y atropellada no más? Sentí después que no, que el barrio cuanto más aporriao, más obligación de ser guapo.
¿Basura? La milonga déle loquiar, y déle bochinchar en las casas, y traía olor a madreselvas el viento. Linda al ñudo la noche. Había de estrellas como para marearse mirándolas, una encima de otras. Yo forcejiaba por sentir que a mí no me representaba nada el asunto, pero la cobardía de Rosendo y el coraje insufrible del forastero no me querían dejar. Hasta de una mujer para esa noche se había podido aviar el hombre alto. Para esa y para muchas, pensé, y tal vez para todas, porque la Lujanera era cosa seria. Sabe Dios qué lado agarraron. Muy lejos no podían estar. A lo mejor ya se estaban empleando los dos, en cualesquier cuneta.
Cuando alcancé a volver, seguía como si tal cosa el bailongo.
Haciéndome el chiquito, me entreveré en el montón, y vi que alguno de los nuestros había rajado y que los norteros tangueaban junto con los demás. Codazos y encontrones no había, pero si recelo y decencia. La música parecia dormilona, las mujeres que tangueaban con los del Norte, no decían esta boca es mía.
Yo esperaba algo, pero no lo que sucedió.
Ajuera oimos una mujer que lloraba y después la voz que ya conocíamos, pero serena, casi demasiado serena, como si ya no juera de alguien, diciéndole:
—Entrá, m’hija —y luego otro llanto. Luego la voz como si empezara a desesperarse.
—¡Abrí te digo, abrí gaucha arrastrada, abrí, perra! —se abrió en eso la puerta tembleque, y entró la Lujanera, sola. Entró mandada, como si viniera arreándola alguno.
—La está mandando un ánima —dijo el Inglés.
—Un muerto, amigo —dijo entonces el Corralero. El rostro era como de borracho. Entró, y en la cancha que le abrimos todos, como antes, dió unos pasos marcados —alto, sin ver— y se fue al suelo de una vez, como poste. Uno de los que vinieron con él, lo acostó de espaldas y le acomodó el ponchito de almohada. Esos ausilios lo ensuciaron de sangre. Vimos entonces que traiba una herida juerte en el pecho; la sangre le encharcaba y ennegrecia un lengue punzó que antes no le oservé, porque lo tapó la chalina. Para la primera cura, una de las mujeres trujo caña y unos trapos quemados. El hombre no estaba para esplicar. La Lujanera lo miraba como perdida, con los brazos colgando. Todos estaban preguntándose con la cara y ella consiguió hablar. Dijo que luego de salir con el Corralero, se jueron a un campito, y que en eso cae un desconocido y lo llama como desesperado a pelear y le infiere esa puñalada y que ella jura que no sabe quién es y que no es Rosendo. ¿Ouién le iba a creer?
El hombre a nuestros pies se moría. Yo pensé que no le había temblado el pulso al que lo arregló. El hombre, sin embargo, era duro. Cuando golpeó, la Julia había estao cebando unos mates y el mate dió Ia vuelta redonda y volvío a mi mano, antes que falleciera. “Tápenme la cara”, dijo despacio, cuando no pudo más. Sólo le quedaba el orgullo y no iba a consentir que le curiosearan los visajes de la agonía. Alguien le puso encima el chambergo negro, que era de copa altísima. Se murió abajo del chambergo, sin queja. Cuando el pecho acostado dejó de subir y bajar, se animaron a descubrirlo. Tenía ese aire fatigado de los difuntos; era de los hombres de más coraje que hubo en aquel entonces, dende la Batería hasta el Sur; en cuanto lo supe muerto y sin habla, le perdí el odio.
—Para morir no se precisa más que estar vivo —dijo una del montón, y otra, pensativa también:
—Tanta soberbia el hombre, y no sirve más que pa juntar moscas.
Entonces los norteros jueron diciéndose un cosa despacio y dos a un tiempo la repitieron juerte después.
—Lo mató la mujer.
Uno le grito en la cara si era ella, y todos la cercaron. Ya me olvidé que tenía que prudenciar y me les atravesé como luz. De atolondrado, casi pelo el fiyingo. Sentí que muchos me miraban, para no decir todos. Dije como con sorna:
—Fijensén en las manos de esa mujer. ¿Que pulso ni que corazón va a tener para clavar una puñalada?
Añadí, medio desganado de guapo:
—¿Quién iba a soñar que el finao, que asegún dicen, era malo en su barrio, juera a concluir de una manera tan bruta y en un lugar tan enteramente muerto como éste, ande no pasa nada, cuando no cae alguno de ajuera para distrairnos y queda para la escupida después?
El cuero no le pidió biaba a ninguno.

En eso iba creciendo en la soledá un ruido de jinetes. Era la policía. Quien más, quien menos, todos tendrían su razón para no buscar ese trato, porque determinaron que lo mejor era traspasar el muerto al arroyo. Recordarán ustedes aquella ventana alargada por la que pasó en un brillo el puñal. Por ahí paso después el hombre de negro. Lo levantaron entre muchos y de cuantos centavos y cuanta zoncera tenía lo aligeraron esas manos y alguno le hachó un dedo para refalarle el anillo. Aprovechadores, señor, que así se le animaban a un pobre dijunto indefenso, después que lo arregló otro más hombre. Un envión y el agua torrentosa y sufrida se lo llevó. Para que no sobrenadara, no se si le arrancaron las vísceras, porque preferí no mirar. El de bigote gris no me quitaba los ojos. La Lujanera aprovechó el apuro para salir.
Cuando echaron su vistazo los de la ley, el baile estaba medio animado. El ciego del violín le sabía sacar unas habaneras de las que ya no se oyen. Ajuera estaba queriendo clariar. Unos postes de ñandubay sobre una lomada estaban como sueltos, porque los alambrados finitos no se dejaban divisar tan temprano.
Yo me fui tranquilo a mi rancho, que estaba a unas tres cuadras. Ardía en la ventana una lucecita, que se apagó en seguida. De juro que me apure a llegar, cuando me di cuenta. Entonces, Borges, volví a sacar el cuchillo corto y filoso que yo sabía cargar aquí, en el chaleco, junto al sobaco izquierdo, y le pegué otra revisada despacio, y estaba como nuevo, inocente, y no quedaba ni un rastrito de sangre.

“Hombre de la esquina rosada” pertenece al libro Historia universal de la infamia (1936)


Fuentes:
Jorge Luis Borges, Historia universal de la infamia (1936)
Alejandro Fuertes, Esgrima Maleva (2016)
www.faconchico.com
y obviamente una profunda investigacion personal.

Pilchas Criollas

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Si hablamos de pilchas criollas, hablamos de la vestimenta del criollo, pilcha una palabra que del quechua significa ropa y del mapudungun arruga, una vestimenta peculiar como no hubo, adaptada a nuestros criollos. nuestra ropas eran una mezcla de vestimenta originaria,mezclada con detalles andaluces, no podemos negar las influencias arábigas, y como siempre se vestían con lo que podían buscando comodidad y practicidad, con eses detalle coqueto que tenia el gaucho. 

La vestimenta vario y evoluciono desde tiempos de la conquista a coloniales, pero sin duda fue en el 1800 donde ya estaba patente la identidad de esta nueva raza, el criollo, entonces tomaremos desde allí para describir las pilchas gauchas. A comienzos del siglo XIX numerosos artistas retrataron la vida peculiar del gaucho, y allí recogemos una documentación de usos y costumbre, como se vestían, entren los ilustradores nombraremos

Emeric Essex Vidal (1791-1861) marino de profesión, realizaba acuarelas allí donde estaba, uno de mis favoritos, sus ilustraciones son realmente dinámicas expresando claramente la vida diaria de antaño.


Carlos Enrique Pellegrini (1800-1871) ingeniero, que se dedicó a la pintura, realizo numerosos retratos y escenas que mostraban la tradición rioplatense adosándole una leyenda explicativa.


Adolfo D´Hastrel (1805-1875) oficial de marina, puntillosos en la ilustración, gracias a que era minusioso, muchos datos nos a legado, publicando Colección de vistas y costumbres del Rio de La Plata publicado en Francia en 1875.

Cesar Hipólito Bacle (1790-1838) fue un litógrafo popular, realizando sátiras de la moda colonial femenina.


Juan Leon Paliere (1823-1887) pintor francés radicado en argentina en 1855 donde retrato nuestras costumbres criollas.



Su vestimenta era adaptada a lo que tenían y a la usanza de la época, variando a lo largo del tiempo.
Haremos una descripción básica y amplia de un criollo de mediados del 1800, más adelante nos interiorizaremos en pilcha por pilcha.


Ahora bien, empecemos una descripción desde el calzado, y esta es la bota de potro, la cual se confeccionaba con el garrón del caballo, también las había de cuero de vaca, pero eran más duras, son sumamente cómodas, por experiencia lo afirmo, dependiendo la presencia de la puntera si montaba o no, ya que si quedaban los dedos sueltos permitía montar con el estribó pampa, este era un tiento con un palo en el medio; como se confeccionaban estas botas, se cortaba el garrón, se sobaba, se estiraba, y se le daba la forma, era una sola pieza… y en sus piernas se enfundaba el calzón, este era un pantalón, era de algodón o lino, de herencia española,  iba por debajo del chiripa, y dependiendo de su apariencia, es decir, si tenía cribos, que le daban ese aire importante, se dejaba por sobre la bota, si no tenía cribos se metía dentro de la bota, por arriba del calzón iba el chiripa, esta prenda era originaria de nuestras pampas, nuestros indios lo usaban como un pareo, pero cuando hubo que montar es que se comenzó a plegar al medio, quien uso alguna vez chiripa entiende,  y de allí que vario en diferentes modos de colocárselo, para mantenerlo bien agarrado, se fajaba, con qué?.
La bota de potro (Pilchas Criollas /Assuncao -  Really)
Una faja a modo de cinto y por arriba un tirador o culero, una prenda de cuero, era un cinto ancho, bien ancho, que servía tanto para las tareas rurales, como para proteger las zonas blandas de algún corte, este tirado se ajustaba por medio de tientos, o una rastra, estas eran de importante tamaño. Ya arriba se usaba camisa o camiseta de algodón, lino, y podía tener como no un cuello, chaleco o corralera era un lindo accesorio, sin dudas, imitando la moda peninsular española. Ya en la cabeza adorna un sombrero, desde el básico panza de burra, echo así mismo con la panza de burro, a variedad de galera o galera truncada, el clasico chambergo, hasta  pasando por los simples gorros de manga, detalle a contar sobre este la manga caía del lado izquierdo, donde se colocaba dentro una lonja de cuero para proteger ese lado (el lado débil) de un posible corte en duelos, reyertas y batallas. 

El Pañuelo (Pilchas Criollas /Assuncao -  Really)

El pañuelo, como vemos era fundamental, un gran cuadrado de aproximadamente 80cm., podía ser de seda, de algodón, estampado, liso, etc. se podía usar siempre atado sobre los hombros,  de golilla, sobre la cabeza hasta los hombros, anudado bajo la pera, será serenero, también uno lo podía atar en la cabeza como vincha o la corsaria, para faenas, como también, taparse la boca y nariz cuando arecía el viento; y nos falta el ultimo atavió del criollo, fundamental, desde esos tiempos a hoy infaltable, yo, por mi lado siempre llevo uno, si, el poncho, un paño rectangular grande con flecos, y agujero en el medio, abrigo en las frías noches, protección en los momentos de peligro, los hubo de diferentes confecciones algodón , alpaca, vicuña, hasta cuero, como así de diferentes colores identificando desde su pensamiento político, como el celeste unitario y el rojo federal, o como lo usaba el General San Martín, de un color ocre, marroncito, que eran para confundirse con el terreno, allá en Mendoza, esta prenda es otra pilcha originaria, Poncho es una palabra de origen quechua y mas allá que su confección es simple es aquí donde se uso y su uso se propago.
confección del panza de burra
(Pilchas Criollas /Assuncao -  Really)
El gaucho vestía así, igualmente el consideraba parte de su atavió las espuelas, de las que se destacan las nazarenas, sus cuchillos el verijero adelante y un facon atrás con el filo hacia arriba listo para salir "cortando", un dato a tener en cuenta que a veces el gaucho era pobre, muy pobre andando en patas , un chiripa y un poncho, muchas crónicas cuentan esto, en muchos fortines el gaucho no recibía la paga ni uniforme, , con los años andaban andrajosos, pero esa es otra historia que igualmente tenemos que tener en cuenta,es así se vestía promediando un criollo del siglo XIX.


Hay que hacer una mención a Fernando Assuncao, con su libro "Pichas Criollas" en el cual describe las prendas criollas, desde la confeccion, historia y usos, recomendado para todo tradicionalista, este post esta acompañado por imágenes de su libro ilustradas por Federico Reilly.  

El Sombrero (Pilchas Criollas /Assuncao -  Really)


mas adelante se introdujo la alpargata, la boina vasca, y muchas prendas mas, que hoy día aun se usan y mas que nunca, pero eso es para otro post y otro tiempo...

El Poncho (Pilchas Criollas /Assuncao -  Really)

Galería Fotográfica

Gaucho Museo del traje

colorado del monte y dama antigua
Museo del traje

uncu camisa precolombina /poncho (año 1100-1500)
Museo de arte precolombino (Chile)

Gaucho Riograndense (circa 1870)
Pilchas Criollas de Assuncao


Grupo Recreacionista "Esgrima Criolla"



Fuentes:
Museo del traje
www.historiadeltraje.com
Pilchas Criollas, Fernando Assuncao

Las Boleadoras, historia documentada

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La boleadora es el Arma autóctona sudamericana, primero indígena, después criolla y finalmente gaucha…y en sus comienzos queda registrada la sorpresa del español, al iniciar la conquista, como se asombró por la destreza y mortífero uso de la boleadora.

El explorador Gonzalo Fernandez de Oviedo, en su Historia General y Natural de las Indias, 1, libro VI, capítulo XLV, señala al respecto: "Mas tengo por cierto que de aquella arma.... que los indios usan en las comarcas y costas del Río Paranaguaçu, (alias Río de la Plata), nunca los chripstianos la supieron ni leyeron, ni los moros la alcanzaron, ni antiguos ovieron della noticia, ni se ha oydo ni visto otra en todas las armas ofensivas tan dificultosa de ejercitar; porque aún donde los hombres la usan, los menos son hábiles para la exercer".
Aunque las investigaciones arqueológicas permiten afirmar existieron similares armas en Alaska de las manos de los inuit, en África y Asia, es evidente que lo acaecido con anterioridad a las que llamamos culturas clásicas o por mejor decir, corresponde a etapas prehistóricas, habiéndose a posterior perdido tal antecedente cultural, y sobre todo no existió desarrollo como arma comparable al acaecido en las tierras rioplatenses..
El área de la boleadora puede delimitarse así: Imperio Incásico y sus zonas de influencia, desde Ecuador, Perú Y Bolivia; todo el actual territorio argentino; todo el territorio uruguayo, y la parte sur del estado brasileño de Río Grande del Sur.


Esquimales Inuit (Norte de Quebec, Canadá)

Maza peruana / Honda Azteca (Tematlat) / Tiwanaku (Pre-incaica, Bolivia)
En Chile aunque se han hallado bolas de piedra en yacimientos arqueológicos del Norte, y aunque es sabido el uso que de esta arma hicieron los araucanos en la región pampeana, es evidente que no se usaba al momento de la conquista.
Pintura de Jean Baptiste Debret, año 1790
Hay pues, una zona fundamental, históricamente, dentro del área de la boleadora: es la constituida por las regiones sureñas y pampeanas mesopotámicas y litoráneas y las llanuras verdes y las cuchillas uruguayo-riograndenses.
Allí la boleadora; convertida en primera arma de guerra por los grupos indígenas que se hacen caballeros: charrúa-minuanes, pampas (con todos sus componentes), guaraníes, chanás, y tapes; será bien pronto recibida por el nuevo elemento rural, mestizo o criollo, como herencia cultural de primer orden, sólo comparable en importancia etnográfica y económica al mate.

Tipos de boleadoras
Dos tipos bien diferenciados de bolas usaban los indígenas al momento de la conquista: la llamada bola perdida y la boleadora de dos o tres bolas. La primera es la boleadora de una sola piedra la cual podía ser redonda, ovoidal o, con mucha frecuencia en especial entre los charrúas de nuestro territorio, una piedra erizada con múltiples mamelones puntiagudos de las llamadas rompecabezas. La bola perdida poseía la soga relativamente corta y se utilizaba tanto para arrojarla a modo de honda (efecto simplemente de golpear a distancia), o para mantenerla asida a la muñeca usándola a modo de macana para herir. Sin dudas este fue el primer elemento volador que manejo el indio.

Modelos de Boleadoras, con picos pára ser usada como maza
En el Diario de Aguirre, nos tira un pial necesario, y nos da no sólo la correcta descripción de forma y uso de la bola perdida, sino también, lo que es muy importante, las diferenciáis esenciales existentes entre dicha arma india y la boleadora de dos o tres bolas.Dice: "La bola llamada perdida, es de piedra o de metal trabajada por ellos, del tamaño de una de trucos. Le atan un pedazo de lazo largo como vara o poco más y en el otro extremo que es por donde la toman para manejarla, le ponen plumas de avestruz".
Y en esta descripción Oviedo explica como la arrojaban en (op. cit.) libro XXIII, Cap. V., pág. 183, describe así su uso y características: "Toman una pelota redonda de un guijarro pelado, tamaña o mayor que un puño de la mano cerrada, y aquella piedra atada a una cuerda de cabuya, gruesa como medio dedo, y tan luenga como cien passos, poco más o menos, y el otro cabo de la cuerda átanlo a la muñieca del brazo derecho, y en él revuelto la restante de la cuerda, excepto quatro ó cinco palmos della, que con la piedra rodean é traen alrededor, como suelen hacer los que tiran con hondas; pero como el de la honda rodea el braço una ó dos veces antes que se suelte la piedra, estos otros la mueven alrededor en el aire con aquel cabo de la cuerda diez ó doce o más vueltas, para que con más fuerza salga la pelota é mas furiosa vareszan, y en el instante soltándola, extiende el braqo el indio que la tira, porque la cuerda salga y proceda libremente, descosiéndose sin detennencia ni estorbo para la piedra".
Ñanduceras (Junín Buenos Aires) / Ottsen año 1603, Rio de la Plata
Otra era la bola guacha, propia de la zona litoraleña y paranaense, esta poseía una bola pequeña que se enganchaba en el pie o en la mano inhábil, y unida a otra bola de mayor tamaño que hacía de bola golpeadora, por un tiento que iba de 1 metro a 4 metros, se utilizaba para los combates de a pie, con fines específicamente de arma de pelea, se le solía decir también en otras zonas como la anterior bola perdida. Esta arma la utilizaban con destreza reboleando y en el momento oportuno impactando en el oponente sin dejar de tener contacto con el tiento.

En una carta al Rey, del Gobernador Diego Rodríguez Valdez y de la Banda, fechada en Buenos Aires en 1599, que dice refiriéndose a los indios: "no es gente de quien se puede fiar, pelean con arcos y con dos bolas de piedras asidas en una cuerda como de dos bralas y teniendo la una bola en la mano y trayendo la otra alrededor las tiran con tanta destreqa que a cien pasos enredan un caballo y un hombre, un benado y un abestruz y en el aire algunos abes de cuerpo como son patos y otras semejantes". Este testimonio sin dudas describe una bola guacha, la medida del tiento destallada es de más de 3,60 mts (2 brazas).
Un dato más actual de la bola guacha, brindado por Martiniano Leguizamón en “Etnografía del Plata. El origen de las boleadoras y el lazo”. (Fac. de Filosofía y Letras de Buenos Aires, apartado del Tomo XLI de la Revista de la Universidad, Buenos Aires 1919) es categórico al afirmar: "Tengo para mí que la boleadora indígena se componía sólo de dos piedras, una mayor que era la que giraba en torno a la cabeza y la menor o manija que se retenía en la mano hasta arrojarla; esto explica la diferencia de tamaño y forma, en que la mayor ovoidal o esférica, guarda siempre proporción con la menor que servía de manija, de forma piriforme o convexa para adaptarla a la mano. Este tipo de boleadora charrúa se reproduce en la Pampa, donde hasta hace poco se denominaba bola pampa a la boleadora que dos piedras, de las cuales poseo dos ejemplares de piedra rosada y blanca de las sierras Bayas, sin retobo y con surco; una con una planchuela de plata para substituir al tiento que se ajustaba a la bola, y la otra con una tira overa de cuero de lagarto".
Muchos testimonios tenemos del uso de la bola de dos piedras por parte de los indígenas platenses. Ulrico Schmidl, el singular soldado-historiador de la expedición de Mendoza, es el primero que, aunque con cierta oscuridad, nos da una versión del uso de dicha arma; en el capítulo VII de su obra indica: "Dichos querandís... también usan una bola de piedra, sujeta a un largo cordel, como las plomadas que usamos en Alemania. Arrojan esta bola alrededor de las patas de un caballo o de un venado, de tal modo que éste debe caer; con esta bola he visto dar muerte a nuestro referido capitán e a los hidalgos lo he visto con mis propios ojos".
Aucas y sus toldos en Bahía Blanca y vista de la Sierra de la Ventana.
Litografía de E. Lassalle, París, 1846 (extraído de D’Orbigny [1828-1829
Centenera, en La Argentina, indica claramente el efecto o fin traumatizante de la bola perdida lanzada, bien diferente de las de dos o tres piedras de fin envolvente o de traba, cuando dice:
"y tienen en la mano tal destreza que aciertan con la bola en la cabeza". (Canto X, La Argentina).
Señalemos finalmente que "La volan sobre la cabeza como la honda y la despiden con acierto a bastante distancia. Lo que llaman aquí comúnmente bolas son dos de piedra o madera, puestas en un lazo largo como los otros y estos solo sirven para enredar los animales".
La más moderna es al boleadoras llamada “las Tres Marías”, esta boleadora usada generalmente por nuestros criollos presente en las guerras gauchas por obviamente, nuestros gauchos., Es la de tres ramales y tres bolas, llamada también "bola de potro" o "potreadora" la que posee grandes bolas, "avestrucera" o "ñanducera" la de bolas pequeñas, también las había de dos ramales, y esta era para caza del ñandú. Muchas veces se comenta que fue una derivación criolla su creación, más la documentación nos dice que no fue así, lo que sí es sin dudas la adoptada por nuestros gauchos.
Consistía básicamente en tres pesas de forma esférica o piriforme, de piedra (piedras indias o cantos rodados), madera dura, metal (hierro, bronce o plomo) muchas veces antiguas balas; cuerno (guampa) en este caso moldeadas y rellenas de plomo, y marfil (de lujo, sin uso práctico de trabajo), y echas con la cabeza del fémur del ganado, muchas veces se las confundía con las de marfil, ya que pulidas quedaban muy semejantes.
Estas tres unidades se equilibraban recíprocamente en volumen y peso del modo siguiente: una más pequeña y mucho más liviana, que es la que permanece en la mano hasta el momento mismo del lanzamiento, es con más frecuencia de forma de pera, ovalada o lenticular para permitir mejor su sujeción. Las otras dos son de peso similar, nunca idéntico, para que al girar se separen bien.


Las de piedra, salvo raras veces (en el caso de usarse piedras indias) se ahorraban (retobaban) de cuero: cuero crudo del garrón, bolsa de testículos de toro, y muchas veces lagarto. En el otro caso los tientos pasaban por los surcos de las piedras al modo indígena. A veces el forro era una verdadera cesta de tientos primorosamente tejidos.
Los ramales, sogas o torzales, tampoco eran idénticos, siendo más corto el de la "manija", y por lo general corredizo. Eran de uno, dos o tres tientos, torcidos o trenzados y el material era sacado de cuero de potro, cogote de toro o guanaco, y aún de león bayo o de tigre.
Fray Reginaldo de Lizárraga, en una descripción colonia de fecha aproximada a 1595, nos cuenta con respecto a los indios que moraban en el camino de Córdoba a Santa Fé: "usan de unos cordeles... de tres ramales, en el fin del ramal, una bola de piedra horadada que va corriendo y le atan de pies y manos com la vuelta que dan las bolas, y dan com el caballo y el caballero em tierra, sin poderse menear."
Ya en el siglo siguiente, encontramos una noticia de interés a este respecto en las cartas del Gobernador Góngora, escritas durante la visita efectuada a las reducciones de la jurisdicción de Buenos Aires el 2 de marzo de 1620. Dice con respecto a los indios de la reducción del cacique Juan Bagual: "Andan sobre unos pellejos con estrivos de palo y algunos con frenos... usan de algunas volas a manera de ondas y de unos arcos con flechas".
Es evidente que esta noticia se refiere a los indios que conservan sus usos y costumbres originales, aunque ya comienza a notarse un cierto agauchamiento, digamos, en lo que se refiere al modo de montan. Y de ahí veremos la modificación que sufre el chiripa, pero esa ya es otra historia.
Más tarde, ya en pleno siglo XVIII, en la relación de los peligros y desventuras que sobrellevó Isaac Morris y sus compañeros, un grupo de náufragos ingleses en la costa sur de la Argentina, encontramos una interesante descripción de las costumbres de los indios de esas regiones, que evidentemente conservaban aún en esa época sus usos tradicionales. Por tratarse de una exposición detallada y completa, no me he resistido a la tentación de transcribirla íntegramente en lo que se refiere al uso de las boleadoras y el lazo. Dice así: "Tienen dos maneras diferentes de capturarlos (se refiere a los caballos cimarrones) cada una de las cuales he visto practicar con increíble destreza. La primera es con una lonja de cuero de caballo de una o dos pulgadas de ancho y cincuenta pies de largo con un nudo corredizo en u extremo. Este nudo lo sostienen con su mano derecha y el otro extremo con la izquierda, hasta que se aproximan a unas pocas yardas de la bestia y entonces arrojan el nudo corredizo por sobre su cabeza, aún a toda velocidad y aguantan fuertemente la otra punta con la izquierda. La bestia es pronto detenida y tomada. El otro método es con una angosta correa de cuero de caballo, de unos doce pies de largo en cada uno de cuyos extremos está atada una bola redonda de hierro de unas dos libras de peso. Cuando están a una cierta distancia de la presa, revolean una bola varias veces por sobre su cabeza hasta que toma suficiente vuelo, y luego la arrojan a las patas del caballo soltando la bola de la mano izquierda al mismo tiempo, lo cual rara vez falla en trabar sus patas y voltearlos al suelo". "Los indios eran también muy diestros para matar pájaros con esas bolas, que arrojaban al aire a gran altura".

Caza de avestruz, Beerbohm, 1881

Esta última parte de la noticia, demuestra la igualdad de usos con respecto a tribus tan alejadas como las isleñas del río Paraná y que sin embargo, según hemos visto anteriormente, no sólo daban el mismo uso a las bolas en lo que respecta al ganado mayor sino para la caza de aves al vuelo. Sobre la boleadora de tres piedras, la que usó normalmente el gaucho para la captura del ganado de talla y más tarde en la guerra, es algo difícil de establecer claramente su origen, aunque parecería en mayor número de opiniones, que se trata de un invento de tipo rural, basado en la boleadora de dos ramales de los indígenas, y no de una herencia cultural de éstos.

La boleadora y su uso
El manejo de la boleadora no es sencillo ni fácil. Desde siempre se le consideró como muy sutil y propio de quienes estaban muy adiestrados o aptos para ello. Ya lo señaló el citado Oviedo: "Decían estos españoles que aquí aportaron, que en tanto número de christianos como fueron á aquella tierra, habiendo muchos de ellos sueltos y mañosos, ninguno, supo tirar aquellas piedras, según los indios, aunque infinitas veces muchos españoles la probaron. A mi parecer cosa es extremada tal arma en el mundo para los hombres"...
Como trescientos años después, un hombre joven, de más que despejada inteligencia y dotes mentales, como la era Charles Darwin, experimentó en carne propia la más ridícula impotencia para hacer un tiro de bolas, con el desastroso resultado de fajar su propio caballo! El mismo, lo relata así: "Allí los gauchos se perecían de risa y gritaban que hasta entonces habían visto agarrar con las boleadoras toda clase de animales, pero nunca un hombre bolearse a sí mismo".
Las boleadoras las llevaba el gaucho antiguamente siempre a la cintura, en número de uno o más juegos, a veces uno de ellos en bandolera, cuando salía de caza o a merodear. Siempre la manija sobre el flanco derecho y listas para quitarlas de un tirón y tenerlas prontas.
Emeric E. Vidal (op. cit.), describe minuciosamente el origen y uso de las boleadoras (pág. 25); "Los primeros colonos españoles, encontraron muy en uso entre los indios de las cercanías del Plata, esa extraña arma llamada las boleadoras que emplea han para cazar avestruces. Los espaiíoles la adoptaron de buen grado, tanto para la caza de dichas aves, como para la de caballos, y ningún hombre de campo da un paso ahora sin llevarlas colgadas a un costado. Consiste esta arma de dos piedras redondas, cada una de las cuales pesa una media libra, cosidas dentro de una cubierta de cuero y unidas por un tira de cuero de cuatro a cinco yardas de largo, bien engrasada para que sea flexible. Las piedras son traídas desde grandes distancias en el interior por los indios, que también fabrican estas armas y las traen a vender a Buenos Aires".

Ilustracion de Essex Vidal
"Al usarlas, una de las piedras se toma en la mano con el tiento enrollado en espirales, los cuales se van soltando gradualmente mientras la otra piedra se hace girar en torno de la cabeza. Cuando se está bastante cerca del blanco, es decir a unas veinte o treinta yardas, se suelta la bola de la mano y va a reunirse con la otra, la cual ha adquirido una increíble velocidad al girar sobre la cabeza, hasta que ambas alcanzan el objeto que se persigue, en cuyo momento la correa toca las piernas y las dos piedras se enroscan a ella en direcciones opuestas, enredando al animal. Cuando se las emplea contra los caballos se usan tres bolas, dos que giran simultáneamente en torno de la cabeza, produciendo una mayor velocidad y probabilidades de enredar a la víctima.
"El caballo más cerril de las llanuras es capturado con las boleadoras que, ya lo arrojan a tierra o bien se enroscan en una pata, impiden su marcha, y lo lastiman a cada salto, hasta que es alcanzado y le arrojan un lazo a la cabeza".
Aicides D'Orbigny (op. cit.), nos da sobre este, como sobre otros tantos apuntes de costumbres de nuestro campo, una descripción minuciosa y exacta. Refiriéndose a tropas del país, dice (pág. 71):.


"Como armas tienen un sable, una carabina y a veces pistolas; pero todos están munidos del terrible lazo (1)... así como de las no menos peligrosas bolas (2)". Y en la nota correspondiente a la llamada (2) dice: "Dos o tres bolas unidas a un eje común mediante otras tantas correas de más de un metro de largo, que se usan para detener a los caballos en plena carrera, derribándolos".
Más adelante amplía sus observaciones (pág. 129): "La forma de bolear parece a los europeos extraordinaria: ya la he descrito, pero hay detalles sobre los que debe volver el lector muchas veces para familiarizarse con la operación. El cazador se arma con dos o tres bolas de plomo o piedra, atadas al extremo de otras tantas correas que se unen a un centro común, formando brazos de igual longitud. Cuando percibe la pieza, lanza su cabalgadura al galope, sosteniendo una de las bolas en la mano derecha, mientras hace remolinear las otras por encima de su cabeza. Cuando se considera a tiro las dispara al animal, al que generalmente dan alcance, silbando por el aire; y por poco que le peguen en las patas, el animal está perdido, porque se le enredan, lo hacen caer y el cazador lo captura vivo".
Finalmente, nos da D'Orbigny el uso de pequeñas boleadoras para la caza de aves al vuelo, tal como las usaban los indios antes de la conquista, pero en manos de paisanos en Corrientes (pág. 137): "Otra arma, no menos ingeniosa, les sirve para cazar pájaros grandes. Consiste en tres bolitas de plomo, atadas al extremo de otras tantas correas unidas. En cuanto el cazador divisa una bandada de cigüeñas, patos o aún pájaros aislados, corre hacia ellos, haciendo girar las bolas sobre su cabeza y lanzándolas sobre la pieza cuyas alas enlazan por efecto del impulso recibido, en forma que el pobre animal, detenido en su vuelo, cae a tierra donde lo atrapa el cazador".
Su colega, el inglés Charles Darwin, de quien ya contamos una anécdota risueña, (op. cit.) las describe así: "Hay dos especies de boleadoras; las más sencillas empleadas para cazar avestruces, consisten en dos piedras redondas recubiertas de cuero y reunidas por una cuerda delgada y trenzada de unos 8 pies de longitud. Las otras difieren solamente de las primeras en que están compuestas de tres bolas reunidas por cuerdas a un centro común. El gaucho tiene en la mano la más pequefía de las tres bolas y hace dar vueltas a las otras dos en torno a su cabeza; y luego de haber apuntado, las lanza, yendo las bolas, a través del espacio, dando vueltas sobre sí mismas como las antiguas balas de cañón unidas por una cadena. Así que las bolas tropiezan con un objeto, cualquiera que sea, se enrollan alrededor de él entrecruzándose y anudándose fuertemente. El tamaño y el peso de las bolas varía según el fin a que están destinadas; hechas de piedra y apenas del tamaño de una manzana, chocan con tanta fuerza, que algunas veces rompen la pata del caballo en torno a la cual se enrollan; se hacen también de madera, para apoderarse de los animales sin herirlos. Algunas veces las bolas son de hierro, y son éstas las que alcanzan la mayor distancia. La principal dificultad para servirse del lazo o de las boleadoras consiste en montar tan bien a caballo, que se pueda mientras se corre a galope, o cambiando de pronto de dirección, hacerlos girar lo bastante igualmente alrededor de la cabeza para poder apuntar; a pie se aprendería muy pronto a manejarlos". No olvida aquel episodio relatado antes.
Roberto Cunninghame Graham (op. cit.) dice: (La Pampa - II - Tkaducc. de S. Pérez'ftiana, pág. 17): "Las boleadoras, que los gauchos llamaban las tres Marías eran el arma característica de aquellas llanuras; con ellas los indios mataron a muchos soldados de Don Pedro de Mendoza, durante la primera expedición cristianizante del Río de la Plata; con ellas también las bravas tropas gauchas que se levantaron al mando de Ello y Liniers, les trituraron el cráneo a muchos ingleses luteranos - as! llamados por el bueno de Deán Funes en su historia - que á las órdenes de Whitelock, habían atacado la ciudad".

El Conde de Saint-Foix (La Republique Orientale de ]'Uruguay, Histoire, Geógraphie, Moeurs et Costumes, etc. París, Libraire Leopold Cerf. 1892, pág. 310), nos ilustra así: "En el primer descanso, apercibimos colgadas de una de las paredes exteriores de la casa de postas, las bolas, de las que se sirven para agarrar animales, caballos, bueyes o avestruces. Este proyectil consiste en tres bolas de piedras o de plomo recubiertas de cuero y unidas entre ellas por cuerdas también de cuero trenzado, de alrededor de tres metros de largo; dos de estas bolas son del tamaño de una de billar, la tercera, más pequeña, es sostenida por el gaucho en su mano, haciendo girar las otras dos por encima de su cabeza, después suelta el conjunto, y las cuerdas, encontrando la meta, se enredan alrededor del objeto que él quería alcanzar".


Era un arma? 
Ya este testimonio, una comunicación de Antonio Pérez Dávila, dada en el Campamento de Acevedo en San Antorúo de Areco en 1771, donde dice: "Remito presos a Pedro Sambrano, Juan Alarcón y Simón Falcón, el primero conocido gauderio y ladrón de toda especie de ganado y acusado deste delito ante los Alcaldes deste Partido, y los otros por aberlos cojido en su compañía con bolas, lazo, maneas y cuchillos, armas propias de gauderios y ladrones...". la designa como tal, y con justa razón.
Don Diego de Alvear tuvo exacta noción de su valor e importancia como arma de guerra, junto con el lazo, y lo señala terminante: "Una milicia constituida sobre el pie de montura, lazo y bolas de los Gauchos ó Gauderios (así llaman a los hombres de campo) por la ligereza de estas armas, nada expuestas al orín, que excusan el peso y gastos de las municiones, su segura prontitud a obrar en todos tiempos, secos ú de lluvia; y finalmente por su mayor alcance, nos hace presumir, podría sacar alguna ventaja sobre el Sable de la Caballería de Europa, en algunas circunstancias de la guerra, no tiene duda, que sería utilísima; y a lo menos la novedad no dexaría de sorprehender, y causar su efecto en las primeras funciones. La fogosidad de los Caballos Europeos no sabría conservar su formación á los pocos tiros de bolas; y el sable, ni la bayoneta, impedir los estragos del lazo". Recordemos Don Diego de Alvear, es el padre de Carlos de Alvear, y detallado como “el probable padre de Don José de San Martin”, don Diego combatió en territorio del Rio de la Plata contra el reino de Portugal
Este consejo no lo supieron aprovechar sus compatriotas, y algunos años después, iniciado el ciclo emancipador, volvieron a saber - decimos volvieron a saber, porque ya las boleadoras habían conseguido en las llanuras platenses, en manos de aquellos rudos y primitivos indígenas desnudos, lo que no habían conseguido las fuerzas de los más grandes Imperios, de los hijos del Sol de las altas cumbres, en meso y Sudamérica: detener a las montadas y aceradas huestes victoriosas de la soberbia Castilla, desmontar y rendir aquellos centauros monstruosos de hierro y fuego - volvieron a saber, repetimos, de la ignominia de morder el polvo de la llanura o quebrarse el pescuezo en las duras cuchillas, fajado el airoso corcel por aquella fatídica y tremenda serpiente voladora, tricéfala y contundente.

"Un Tiro Certero de Boleadoras" Acuarela de Fortuny , que retrata el momento en que fue apresado el general Paz.
Y más conocido cuando en El 10 de mayo de 1831, mientras elegía el terreno en el que pensaba combatir a López cae prisionero el unitario General Paz en concepción del Tio, boleado por el soldado Ceballos, Como es sabido, las victorias de Paz en el interior, en 1830, habían puesto en jaque a los caudillos y habían alarmado seriamente a don Juan Manuel de Rosas. Pero, escribe Terán, "todas las esperanzas que fundaron las victorias y tantos hábiles trabajos fueron cegadas, como en las leyendas, por un azar, el más imprevisto, en la tarde del 10 de mayo de 1831 en que el soldado Ceballos, de una partida de Estanislao López que merodeaba cerca de la estancia de don Dámaso Alonso, en Santa Rosa, descalabró con sus boleadoras el caballo que montaba Paz y lo hizo prisionero".

Reflexión y análisis

Revista Internacional BUDO,
 la boleadora en todo el mundo!!!
En síntesis podemos diferencias la bola perdida como la primera, es una bola con un tiento se reboleaba o se usaba de maza, luego evoluciona en la bola guacha con un tiento largo de aproximadamente 3 mts. Se usaba para el cuerpo a cuerpo una bola grande de impacto y una pequeña en el otro extremo, y se reboleaba, típica de la zona litoraleña. Más adelante se empieza a desarrollar la ñanducera, que es la boleadora de dos bolas, y finalmente terminamos con las Tres Marías, ya estas están definidamente desarrolladas, manija con formas para asirla, dos bolas con pesos específicos para la caza o la guerra; es esta invención del criollo? Yo no lo creo, el pampa la uso, lo que si le doy la derecha al criollo, es la habilidad de arroje que adquirió, hizo propia esta arma, hasta podemos recordar el desarrollarlo de arroje de boleadoras como lo hacían los infernales de Güemes de la unión de los tientos, usado en las guerras de la independencia., sencillamente boleadora, arma Argentina!


Bibliografía
Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar océano, España 1535
Martiniano Leguizamón, Etnografía del Plata. El origen de las boleadoras y el lazo”. Fac. de Filosofía y Letras de Buenos Aires, apartado del Tomo XLI de la Revista de la Universidad, Buenos Aires 1919
Ulrich Schmidel, Viaje al Río de la Plata, España 1554
Martín del Barco Centenera, La Argentina y conquista del Río de la Plata, Santa Maria del Buen Ayre 1602
Isaac Morris, Conquista de la Patagonia, 1771
Emeric Essex Vidal, Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Montevideo, Gran Bretaña 1820
Aicides D'Orbigny, Voyage dans l'Amerique Méridionale, Francia 1834
Roberto Cunninghame Graham, De La Pampa al Magreb, 1898
El Conde de Saint-Foix, La Republique Orientale de l'Uruguay, Histoire, Geógraphie, Moeurs et Costumes, etc., París. 1892
Jorge Prina, Esgrima Criolla, Armas Gauchas y otras Yerbas…, Buenos Aires, Ed.Hesperides, 2018 segunda edición
Mario Lopez Osornio, El Lazo y la Boleadora, Buenos Aires 1945
Fernando Assuncáo, Pilchas Criollas, Montevideo, 1979

La Pulperia.

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La Pulpería, el primer comercio en nuestras tierras, escenario de la historia colonial, guerras gauchas, lugar de reunión de gaucho, y de nuestra lograda independencia, observados de reyertas, duelos y payadas, donde el indio, el gaucho y el mulato eran iguales, esta era la Pulperia, , queres saber mas, segui leyendo.

Y de dónde viene la denominación de "pulpería"? Algunos atribuyen el origen del nombre a que los pulperos (propietarios de estos establecimientos) eran verdaderos "pulpos", (el mismísimo diccionario de la Real Academia Española reconoce este origen). Para otros, viene de "pulquería" o lugar donde se toma pulque, que es una bebida (mexicana) parecida al aguardiente, estos son lo que se encuentra navegando por la web.
Bueno, Don Juan Manuel de Rosas decía que provenía de “pulcu” (palabra del Mapudungun), y de allí pulpería; otra raíz es que proviene de la España continental, de los comerciantes que vendían pulpos , eran pulperos, y donde vendían pulperías, y asi siguió en América. Y una última vertiente, también bastante aceptable donde se le dice pulpería debido a que se vendía carne, el corte se le llamaba “pulpa” como aún se le llama, en lo personal estas últimas tres me son más confiables, con cual me quedo? No lo sé.

Grabado anónimo del 1806 fijarse el detalle de las rejas, el atrio la payada el visteo con cuchillos y el juego de cartas
Había dos pulperías bien diferenciadas, la pulpería ciudadana, que no tenía reja alguna, y la campestre, que tenía una del piso al techo, y que contaba con un mostrador de un mínimo de un metro de ancho para resguardar la seguridad del pulpero, que quedaba de esta forma bastante fuera del alcance de los cuchillos de los borrachos enardecidos. Por eso, siempre que veamos un cuadro de época donde aparezca una reja, muestra una pulpería de campaña.
En febrero de 1788 se ordena por medio de un cédula para el territorio del Virreinato del Rio de la Plata, que los mostradores debían ubicarse en la puerta de las pulperías, para evitar que los parroquianos se estacionaran en el interior, dando lugar a todas las pendencias posibles. Esta ordenanza se anuló en 1812, dando permiso dependiendo de quién entrara. Asi como contaban con un gran alero el cual los daba reparo y se permitía llegar y comprar a caballo.
Algunos relatos recogidos que describen la pulpería, y haciendo honor a la esgrima criolla…como lo que cito Charles Darwin en su paso por estos pagos “Un gran número de gauchos acude allí por la noche a beber licores espirituosos y a fumar. Su apariencia es chocante; son por lo general altos y guapos, pero tienen impreso en su rostro todos los signos de la altivez y del desenfreno... Tanto nos hacen un gracioso saludo como se hallan dispuestos a acuchillarnos si se presenta la ocasión” (1832)

Pulperia de Campaña (Raul Medina Vidal)

El naturalista francés Auguste de Saint-Hillaire describe así el ámbito de nuestras pulperías, luego de visitar una, establecida en el puerto de las Vacas al que llegara el 19 de diciembre de 1820: “Botellas de aguardiente, comestibles, ponchos, algunas telas; un poco de mercería y de quincallería están colocados sobre las tablas. Un ancho mostrador se extiende de una pared a otra paralelamente a la puerta y forma una barrera entre el comerciante y las mercaderías de un lado y los compradores o los bebedores del otro. Estos se mantienen parados, a veces se acuestan sobre el mostrador, charlando tristemente, jugando o cantando sus estribillos lánguidamente, mientras que el caballo espera pacientemente en la puerta…:es allí donde los indios y los mestizos pasan la mitad de su vida, dejando el poco dinero que ganan”.
En la mayoría de los casos las pulperías estaban ubicadas estratégicamente en lo alto de un paso de río o arroyo caudaloso. También sobre alguna loma o en el cruce de los escasos caminos de la época.
Las pulperías de campaña y al momento que comenzara a poblarse una avanzada de la civilización, fueron verdaderos fortines civiles que hacían posible el establecimiento y permanencia de las incipientes poblaciones, brindando a quienes se aventuraban a establecerse en aquellas soledades, artículos imprescindibles para su supervivencia. Su heterogéneo surtido de artículos mezclaba yerba, azúcar y galletas con zuecos y alpargatas, caña y ginebra con incipientes medicamentos y ropas.

Interior de una Pulperia (Cesar Hipolito Bacle - Litografia coloreada 1834)

Fue también el pulpero, según las circunstancias, prestamista y fiel custodio de fondos; acopiador de cueros, negociante de los frutos de la tierra; hombre de buen consejo; confidente; pregonero de noticias que llagaban del “poblao”; padrino, agente de marcos y señales y de correos; coorganizador de remates y de "pencas", de riñas de gallos, de juegos de taba, y otros juegos.En aquel pequeño local todo era negociable; se pagaba en dinero o en artículos. Las transacciones eran fáciles; el pulpero no exigía ni “pelo” ni “marca” y de allí que los corambreros, changadores y faeneros, hombres sin ley, ni rey. 
Un dato interesante es que nace de una clase de comerciante pobre y minorista, establecido en un precario local de paredes de adobe y techo de paja o cueros, y llego a ser un comercio de gran rentabilidad, llegando también a familias patricias este oficio, es el caso de los Mitre; Bartolomé Mitre (abuelo y de igual nombre del que fuera el primer Presidente argentino y fundador del diario La Nación) tuvo su pulpería en la banda Oriental.
Ya entrado el siglo XIX en esas pulperías con salón, se solía contratar un “seguridad”, recordemos que el criollo no es difícil de hacerlo saltar, le gusta la pendencia con un poco bebido, ya recordemos que Juan Manuel de Rosas , le prohibía al gaucho la portación de cuchillo los días festivos y de franco, ya que el criollo era “ligero para el corte”; la seguridad designada era por lo general los vascos, y se debía a su habilidad con la makila, un bastón que suelen usar, y son muy hábiles, de hecho se cuenta que Napoleón Bonaparte formo un cuerpo de makileros vascos en sus filas, y es asi como la historia cuenta de un vasco que tuvo que poner en su lugar al grandísimo Juan Moreira, donde? En una pulpería.

Ilustración para los Almanaques Alpargatas de 1937, de Mario Zavattaro, aca una escena de payada en una pulperia con Martín Fierro

Siempre había visitantes en las pulperías, a cualquier hora del día había en el palenque o en la enramada, caballos atados, de los concurrentes. Un gaucho, desde que va llegando, sabe quiénes están dentro, pues instintivamente de una mirada abarcadora ha reconocido aperos o a caballos por sus marcas.
Ampliando sus poblaciones, algunas pulperías luego fueron también posta de diligencias, posada o rudimentario club social, podríamos decir que la pulpería es el antecedente directo de los comercios de campaña de “ramos generales” y de los almacenes y bares ciudadanos.
Estos comercios, de los cuales llegó a haber cientos en nuestra campaña, en el siglo XX fueron perdiéndose en el tiempo hasta desaparecer la mayor parte, y sólo ha llegado hasta nuestros días, las ruinas de alguna de ellos.
De función civilizadora, económica y política, es innegable que muchos de esas pulperías, perdidas en la inmensidad de los campos silenciosos, contribuyeron a poblar y enriquecer nuestro país.

grabado comienzos 1800. en la pulperia jugando a la taba.


El Guapo del Maldonado

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“El hombre, según se sabe,
tiene firmado un contrato
con la muerte, en cada esquina
lo anda acechando el mal rato.
Un balazo lo tumbó
en Thames y Triunvirato:
se mudó a un barrio vecino;
el de la Quinta del Ñato”.
Jorge Luis Borges (el Titere)
Así es como es recordado el famoso cuchillero “Manco” Ferreyra, cuyo apodo era “El Tigre”. En donde su muerte es plasmada en este poema de Jorge Luis Borges.

Parece que a fines de los años ´20, el guapo más temido en Villa Crespo era un tal Ferreira. De contextura física robusta, traje, chambergo, pañuelo y facón, le hacía de guardaespaldas a uno de los caudillos del barrio. Dicen que el hombre se tomaba tan enserio su papel, que mientras recorría los comités y los bares cercanos a San Bernardo, amedrentaba a quien se le cruzara en el camino. Poco a poco su fama de matón fue creciendo y se rumoreaba que nadie podía con el.
En ese entonces los “duelos criollos”  a la vera del Maldonado – y elegían este lugar por ser descampado – eran frecuentes, los motivos casi no importaban - deudas de juego, viejos resentimientos, alguna palabra mal interpretada, desacuerdos políticos o alguna mujer en disputa - lo importante era afianzar el coraje varonil.
Demás está decir que el duelo a muerte era penado con la cárcel o el destierro social, en caso que la policía no llegara a tiempo para arrestar al vencedor, por lo que los duelos eran a “primera sangre”  y en lo posible  dejando cicatrices en un lugar vistoso como ser el rostro, cosa que el derrotado no olvidara nunca al vencedor.


A Ferreira por su fama no muchos se le animaban, los que no eran sus sequitos simplemente miraban para otro lado al verlo pasar no sea cosa que los retara a duelo. Un buen día, el carnicero del barrio se cruzó en su camino y por algún motivo que no queda claro Ferreira lo reto, al susodicho no le quedó más remedio que aceptar. Así fue como se encaminaron a un descampado y seguidos por sus acompañantes y público casual, sacaron sus cuchillos para disponerse a pelear. El Guapo empuñaba su facón de plata y el humilde contrincante el cuchillo que usaba diariamente en la carnicería para faenar reces, Ferreira nunca evalúo la destreza en el manejo  de la herramienta de trabajo, que en un abrir y cerrar de ojos cerceno su mano por completo de una sola cuchillada. Así fue como el hábil carnicero al ver volar la mano derecha de Ferreira aferrada al puño del cuchillo, se dio media vuelta y se perdió en la inmensidad de la noche bordeando el arroyo de regreso a la carnicería. Y ahí quedo el malevo, abatido y en busca de su miembro en los pastizales, pronto los absortos espectadores alumbrando con fósforos el suelo,  lo ayudarían a buscar por el puro morbo de hallar tan escabroso trofeo.
Pero la fama ya estaba echada y a pesar de que los vecinos cambiaran su apodo de “guapo” a “manco” Ferreira seguía intimidando con la frente alta y su muñón en el bolsillo. Claro está que su arma ya no era un facón, esto debido a que junto con su derecha se fue la destreza para el manejo del mismo, por lo que el arma tuvo que ser reemplazada por un revolver que guardaba del lado izquierdo del saco y cada tanto sacaba por el solo hecho de asustar.
Un buen día,  se encontraba tomando una ginebra en un almacén esquinera en Thames y Triunvirato, cuando ve entrar a un parroquiano que no le gustaba que anduviese  por el barrio,  así que con determinación exhibió su revolver como era de costumbre y con vos firme le ordeno que no volviera más por Villa Crespo, el hombre amenazado lejos de de acatar la orden del manco, saco su revólver y sin mediar palabra, a manera de respuesta disparo dos tiros y se marcho.
Dicen los que saben que en ese preciso momento nació una leyenda, y que al afamado guardaespaldas ya no le dirían  ni “guapo” ni “manco”, desde ese momento seria llamado “el difunto Ferreira”.


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